viernes, 29 de abril de 2016

¿QUÉ HACER CON EL MOVADEF?



Acaba de abrírseles proceso penal a los dirigentes del movadef, partido político fachada del grupo terrorista sendero luminoso. Al respecto, les comento mi opinión personal:
El delito de apología al terrorismo es uno que, probablemente, sirvió para un momento específico de nuestra historia. No es lo mismo un tío robusto, a inicios de los 90s, gritando "viva el presidente Gonzalo" a un grupo de chibolos, que un viejo carcamán, como Fajardo, gritando lo mismo hoy, en pleno 2016. Por lo tanto, creo que este proceso penal que se les abrió a los dirigentes del movadef no tiene, en esencia, motivo válido.
No me malentiendan. No es que crea que las palabras de gente como Fajardo o Crespo no tienen resonancia e impacto en las mentes de quienes son sus seguidores. Por supuesto que las tienen. Y no es que a mí no me llegue al pi#&%o leer revistuchas que hablan de lo grandes que fueron los "luchadores" de sendero luminoso, o de lo correctos que fueron los motivos que les llevaron a convertirse en puercos delincuentes asesinos. Sino que pienso que todo eso no puede ni debe ser motivo para procesarles y encarcelarles, toda vez que decir que Abimael Guzmán es "el más grande filósofo marxista leninista maoista" no debería considerarse, ahora, un acto equiparable al terrorismo, ni motivación para meter a alguien en cana.
Eso sí, concuerdo plenamente con quienes dicen que es necesaria la vigilancia constante, sobre todo a los ex dirigentes o ex presidiarios que purgaron condenas por delitos comprobados de terrorismo; dicha vigilancia debe ser la consecuencia natural del aprendizaje que nos dejaron tantos años de terror. La constante vigilancia y control sobre quienes atacaron al Estado es un deber y obligación que debe estar impresa en piedra en cada instituto militar y policial del país. Testigo soy de que la PNP viene haciendo un buen trabajo al respecto.
¿Qué hacemos, entonces, con los de movadef? Pues lo lógico: atacar sus ideas, debatir con ellos, discutir sus postulados, enfrentarlos directamente haciéndoles recordar su pasado y los crímenes que cometieron sus maestros y referentes, mantenerlos siempre en la luz, no dejar que se nos pierdan de la vista, no permitir que se vuelvan fantasmas que se alimentan a solas y se engordan con su propia mierda. Hay que bajárnoslos a punta de refutación y cuestionamiento constante. Entender que el escenario actual ya no es el de los años 70s, menos el de los 80s y 90s. Ahora ellos se nos presentan como un eco de lo que ocurrió y como un afrecho de lo que no se discutió. Son voces y sonidos que nos desafían a vencerles con ideas, con discusión y con dialéctica.
A eso estamos llamados y a eso es a lo que debemos abocarnos todos. Eso es lo que debemos exigirles a nuestras instituciones, a nuestros académicos, a nuestros profesionales e intelectuales; y especialmente eso es lo que debemos exigirles a la prensa y a los medios de comunicación, que son los que, al fin y al cabo, guían nuestro día a día, nos guste o no. Esa prensa y esos medios de comunicación que, francamente, hasta ahora sólo han tenido un papel lamentable en todo este asunto.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Las agrupaciones pro-terroristas y el virus maldito de la violencia.




La vez pasada leí una nota en la que se decía que Beto Ortiz criticó al hijo de Federico Salazar por haber entrevistado a Manuel Fajardo.
Nota.-

* Beto Ortiz: conductor de televisión en canal 2.
* Federico Salazar: conductor de noticiero en canal 4.
* Manuel Fajardo: líder de agrupaciones políticas pro-terroristas.

Ver esa nota me mandó directamente a la entrevista que Ortiz criticaba. La busqué y está en youtube. Sobre la misma, creo que los entrevistadores (entre quienes, en efecto, se encuentra el hijo de Salazar) hicieron un trabajo mediano. Fueron incisivos, pero no lo suficiente. Especialmente en cuanto a lo medular del discurso que vociferaba Fajardo: la violencia como medio para obtener y mantener el poder. Estuvieron a punto, pero lamentablemente no llegaron (noten en el video 2 la tensión y el alivio en la cara del entrevistado cuando una de las entrevistadoras le cambia el tema al pedido de liberación de abimael guzmán, justo cuando él empezaba a trastabillar al hablar del uso de la violencia).
Vean, yo creo que el tema central a atacar del planteamiento de MOVADEF y demás agrupaciones fachada de sendero luminoso, no es su propuesta de libertad para sus líderes y para los demás "presos políticos" (como montesinos, por ejemplo), sino el hecho de que niegan y rechazan la democracia republicana, tal como lo demuestran los principios que dicen tener y que presentaron hace algunos años ante el mismo Jurado Nacional de Elecciones (JNE), para obtener (no se rían) su inscripción como partido político de pleno derecho. Sí, ellos quisieron inscribirse como equipo para jugar el campeonato democrático, dejando en claro que no creen en las reglas del campeonato y que, por el contrario, quieren hacer volar en pedacitos la cancha donde se juega dicho campeonato.
- "Pero, Fred, ellos nunca han dicho eso. Al contrario, dicen que no proponen la violencia".
... Eso es lo que tú crees.
Como ya adelanté, cuando consiguieron el número mínimo de firmas exigidas para tentar una inscripción, presentaron al JNE documentación variada. Cosa de reglamentos y demás formalidades. En uno de esos documentos, debajo de capas y capas de retórica, señalaban algo que para muchos hoy ha pasado al olvido. Literalmente decían que el MOVADEF es “un organismo político con carácter de frente único que se guía por el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo…”, es decir: terrorista.
La conclusión final del párrafo anterior, evidentemente no es el resultado de mi capacidad superior de análisis, ni tampoco la prueba fehaciente de mi espíritu reduccionista. Es lo que dice la siempre vapuleada Comisión de la Verdad y la Reconciliación–CVR, la misma que, en la parte de su informe sobre el llamado 'pensamiento gonzalo', señala en resumen que:
“(...) el Pensamiento Gonzalo es la línea y estrategia del PCP–SL”.
Pero también es lo que le diría el sentido común a cualquier persona que tenga al frente a un grupo político como MOVADEF que claramente dice que basan su existencia y razón de ser en el 'pensamiento gonzalo', y detrás a un grupo terrorista como 'sendero luminoso' que justificó sus acciones (negación y desprecio por la democracia republicana, asesinatos y destrucción), remitiéndose también al 'pensamiento gonzalo'. Es decir, ¿qué más podría ser aquella organización que, para sus principios, usa la misma nomenclatura que usó antes una organización terrorista que quiso destruir al Estado?
Por lo tanto, cuando Fajardo dice que ellos no están planteando ningún tipo de acción violenta, sencillamente nos está mintiendo de forma descarada. Y a este punto es a lo que los periodista NO llega cuando tiene la oportunidad de hacerlo, y eso ocurre porque, lamentablemente:
* Ahorita no hay en los medios de comunicación peruanos ningún periodista capaz de plantarle debate a gente como Fajardo.

* Existe la idea generalizada de que a estos grupos hay que marginarles, hacerles bullying, no darles cabida en ningún sitio (la postura de Ortiz).

Y digo 'lamentablemente' porque yo sí creo que estas agrupaciones deben ser entrevistadas, invitadas a foros y/o tener plataformas donde sean visibles. No deben ser victimizados (por ejemplo, siendo echados de sets de tv, como ocurrió hace algún tiempo en un programa de Ortiz). Creo que ellos se alimentan de eso, incluso, creo que eso es parte de su plan. Contrario a lo que la mayoría piensa, si aquello sigue ocurriendo, dentro de algún tiempo serán vistos ya no como lo que son (agrupaciones proterroristas) sino como los adalides de la libertad de expresión o los mártires perseguidos de la democracia. Hay que debatir con ellos y rebatir su idea violentista. Hay que exponerles demostrando el plan engañoso que tienen: querer infectar a la democracia usando sus valores de libertad y tolerancia, con el virus maldito de la violencia.
(Pd: si estás leyendo estas líneas y tienes llegada a Beto Ortiz, dile que, por favor, se deje de cojudeces).

lunes, 27 de abril de 2015

Rey con Barba te ven la cara... ¡la cara de ba'oso!



Ayer por la mañana iba haciendo zaping, cuando ¡bum!, "Rey con Barba" salvaje apareció en el televisor (canal 5). No sé si se trataba de su primer programa en televisión abierta y tampoco es que me interese lo que personas como Rafael Rey y José Barba —representantes del sector más conservador de la derecha peruana— tengan que decir sobre política, pero por un extraño afán de puro morbo me puse a verles, expectante sobre el momento en el que soltarían alguna de sus acostumbradas mentiras y sonseras. No debí esperar mucho, pues casi en el mismo instante en que les sintonicé, José Barba hacía uno de sus "análisis". Decía que le preocupaba el crecimiento de la inseguridad ciudadana en el Perú, que el Estado debía hacer algo al respecto, que, de acuerdo a una reciente encuesta, el Perú se encontraba en el primer lugar de inseguridad en Sur América, que ahora la sensación de inseguridad del peruano alcanza el 80%, a diferencia de hace diez años (2005, época de Toledo), cuando sólo alcanzaba el 10%...
—¡Dios mío, qué barbaridad, Pepe!
—Sí Rafael, imagínate.
—Bueno, esas son las consecuencias de tener una mala política de seguridad interna, pues.
—Exacto. El presidente dijo que iba a liderar el Consejo Nacional de Seguridad.
—¡Ja! Y sólo presidió una reunión nomás, ¡Qué barbaridad, Pepe!
—Sí Rafael, imagínate...

¡Mierda! Estos tipos sí que dan en el clavo, pensaría uno. Pero tristemente no es así. Estas personas simple y llanamente son un par de habladores que gustan de trastocar la realidad y acomodarla a sus intereses (y cuando no pueden hacer eso, mienten).
Si le hacemos caso a la encuesta que José Barba leyó ayer, debemos admitir que hace diez años las cosas estaba mejor en materia de seguridad en el Perú (personalmente no estoy muy de acuerdo con ello). Era 2005, el último año en el poder de Alejandro Toledo, un presidente que, según recuerdo, para ese momento contaba con menos del 20% de aprobación. Entonces, siguiendo siempre la lógica que manejan Rey y Barba, ocurrió que en los siguientes años la seguridad interna del Perú empeoró: hubo más asaltos, más robos, más secuestros, más asesinatos, más violencia, más narcotráfico, etc., hasta que aquí estamos, en el 2016, viviendo un nuevo periodo de terror, esta vez más urbano y menos rural; esta vez más de criminalidad común y menos político.
Y es en este punto cuando cabe hacernos la pregunta que Rey y Barba no se formulan (porque no les conviene, obviamente): ¿Quiénes gobernaron durante los últimos diez años en el Perú, ah? Y más aún: ¿qué hicieron esos que gobernaron el Perú durante los últimos diez años, en contra (o a favor) del incremento de la inseguridad ciudadana, eh?
La respuesta todos la sabemos. Del 2006 al 2011 fue presidente del Perú Alan García Pérez. Un señor que ya había gobernado antes y que ostenta un par de records:
- Ser el presidente más joven democráticamente elegido.
- Ser el presidente que dejó al país bajo su peor crisis económica del siglo XX.
Y del 2011 hasta hoy, nos gobierna Ollanta Humala.

Durante el segundo gobierno de Alan García Pérez (el que nos interesa para este texto), el señor García hizo algunas cositas interesantes, que pueden explicar un poco la situación de inseguridad que vivimos hoy en día. Por ejemplo, durante su campaña electoral de 2005-2006, se comprobó que uno de sus aportantes era un narcotraficante, al grado que García tuvo que devolver la plata que le habían regalado. Durante su gobierno, en el año 2009 específicamente, el Perú alcanzó el deshonroso reconocimiento como primer país exportador de cocaína a nivel mundial. Su partido político (APRA) últimamente ha saltado a las primeras planas por haber tenido como militantes a una familia completa de personas con vínculos con el narcotráfico. Así mismo, y a modo de cereza de pastel, sucede que, haciendo uso de una prerrogativa constitucional, durante su mandato, el señor García le perdonó las condenas a aproximadamente cinco mil presos por narcotráfico, muchos de los cuales reincidieron y, claro, volvieron a ser encarcelados.
Como todos ya sabemos, muchas de las causas de la violencia e inseguridad ciudadana (aquí y en la China) se deben justamente a temas como el narcotráfico. Ahora mismo, cuando prendemos la tele, el 75% de las noticias sobre inseguridad están referidas a temas que tienen que ver con el narcotráfico. Vale decir pues, que gran parte de la situación de violencia e inseguridad que vivimos hoy en el Perú se la debemos específicamente al gobierno del señor Alan García Pérez, el que, como ya se vio, hizo muuuuuucho a favor de su incremento.
¿Y por qué no dicen esto los señores Rafael Rey y José Barba en su recién estrenado programa televisivo de derecha, ah? Muy simple: porque Rafael Rey fue ministro del gobierno de Alan García Pérez (si mal no recuerdo, fue titular de las carteras de Defensa y Producción) y, obvio, sería muy rochoso para él eso de que se ponga a criticar al régimen del cual formó parte.
… y ya olvidé por qué es que estoy escribiendo esto.
Ah, claro: si por A o B el próximo domingo a alguno le interesa ver el programa “Rey con Barba” y así ejercer su justo y pleno derecho a que durante un par de horas le vean la cara de imbécil, lo transmiten a las 10am, en canal 5. Servidos. 
Emoticono smile

martes, 21 de abril de 2015

Lógica al estilo aprista



1.- Si tu papá era un señor que tenía harta plata producto de sus negocios, era dirigente del APRA y murió asesinado en circunstancias que no se esclarecieron del todo.
2.- Si tu mamá también era dirigente del APRA, tanto que postuló a una alcaldía por el APRA.
3.- Si cuando mataron a tu papá tu abogado fue un militante del APRA a quien le pagaste con acciones de la empresa de tu papá.
4.- Si ese abogado que te ayudó, militante del APRA, era el encargado de decirle al presidente del Perú, militante también del APRA, a qué presos por narcotráfico debería perdonar sus condenas.
5.- Si el presidente del Perú, militante del APRA, liberó a cerca de cinco mil presos por narcotráfico.
6.- Si tú mismo eres militante del APRA y, encima, se te descubre que tienes nexos con el narcotráfico.
5.- Y si, de yapa, la casa donde vives te la dio otro militante del APRA, a pesar de que era una casa incautada por el Estado Peruano...

...entonces, creo que está claro que a tu familia, a ti, al APRA, a tus compañeros militantes del APRA -incluido el líder del APRA- y al narcotráfico les une una cadena bastante fuerte, ¿no? ¿Cómo se llama eso? MAFIA, exactamente.
Pero, no te preocupes, tu partido está a salvo: ya comenzaron "a expurgar a los malos militantes" y, con eso, ya prometieron que ahora "tendrán más cuidado con la gente que dejen entrar al APRA". ¡Palmas, compañeros!

martes, 10 de marzo de 2015

"Cosas que escapan a la lógica"



Veo a varios de mis amigos sufrir mucho con el tema de la Ley contra el acoso sexual callejero, aprobada hace unos días en el Congreso. Las razones son diversas, desde el genuino temor que tienen a ser arrestados por el simple y sano hecho de exaltar verbalmente los atributos físicos de alguna dama en las calles de Lima, hasta las muchas paradojas que encuentran en el contexto que encierra la emisión de dicha norma. Y es sobre este último punto que quiero explayarme en este escrito.

El sudor que desborda las frentes de mis amigos, al no entender dichas paradojas, no es gratis ni banal. De verdad la sufren tratando de comprender por qué, por ejemplo, a las mujeres no les gusta que alguien en la vía pública les diga cosas como: "oye mamacita, tengo la casa sola, para que hagamos travesuras y juguemos al papá y a la mamá, porque yo sé que tú quieres que yo a ti te agarre y te ponga contra la pared"; y, sin embargo, después, ellas mismas van y se ponen a perrear con cualquiera, sobándose —y dejándose sobar— el trasero con alguna bien dispuesta pelvis masculina, mientras a todo volumen suenan cosas como: "agárrala, pégala, azótala sin miedo que no hace naa mirala, mirala, si se ríe le gusta, yo le doy, tú le das, por delante y por detrás...".

—Estoy a favor de esa Ley... pero hay cosas que escapan a la lógica— dicen con tristeza.

Y es que, aparentemente, eso de ir por ahí pidiendo respeto al resto cuando uno "no se respeta a sí misma(o)" es una situación que, en el mejor de los casos, entra en el terreno de lo insondable, y en el peor, es la demostración de la hipocresía más pétrea. Así, bajo esas premisas, no cabe, pues, una Ley que prohíba y castigue el acoso sexual callejero, ya que las personas más afectadas por eso se la pasan exigiendo consideraciones y protecciones, a pesar de que, en realidad, les gusta la cochinada.

Nada más alejado de la verdad.

En realidad, tras esa lógica (aparentemente irrefutable) se esconde cualquiera de dos cosas (o las dos en conjunto): 1. machismo subnormal; 2. conservadurismo desfasado. Como imaginarán, yo me inclino más por la idea de que se trata de lo primero. El machista claramente no quiere permitir que su machismo sea visto como algo malo, menos aún que sea prohibido mediante una Ley; por eso, ha de buscar demostrar que lo que hace es algo normal, inofensivo y que, incluso, goza del apoyo y gusto de sus víctimas. Es decir, ¿cómo me vas a arrestar por piropear a la damisela, si bien que a ella le gusta? ¡No pues hermaniiiiiiito! Al ir en pos de ese objetivo, presentará argumentos tan errados como ese y, claro, los presentará como deducciones lógicas capaces de desbaratar los argumentos más sólidos de la legislación peruana.

Ok, quizá esté exagerando al llevar las cosas por el lado más maleado del asunto. A lo mejor aquellos amigos míos simplemente son las víctimas del deslumbramiento momentáneo causado por el "sentido común" de un meme, al grado que no les permite ver que, más allá de aparentes contrasentidos, lo que está en juego en el tema del acoso sexual callejero (seguimientos, palabras, tocamientos, miradas invasivas, etc.) es la libertad personal de sus víctimas. La libertad de tener que salir a caminar sin el temor constante de ser atacadas verbal y/o físicamente. La libertad de poder vestir —o no vestir— lo que quieran y de la forma que quieran. La libertad de movilizarse a donde quieran y por donde quieran. La libertad de no querer que cualquier extraño las aborde diciéndoles "¡asu mare, qué tal rabo, flaca!", así como la libertad de ir a una discoteca, bailar con quien quieran y como quieran, y permitirle, a quien quieran, decirle las cosas más cochinas y pervertidas del mundo. En fin, la libertad de decidir qué hacer con su sexualidad, dónde hacerlo, cómo hacerlo y con quien hacerlo. Así de simple es.

Entonces, amigo confundido, para que te quede más claro el panorama: tú no eres nadie, absolutamente nadie para decidir sobre la manera en la que alguien quiera usar y explotar su sexualidad. Si no entiendes por qué a ti te reprochan la frase mañosa y después se van bailar el serrucho como desquiciadas, si no comprendes por qué a unos les miran con mala cara cuando lanzan silbidos y a otros les sonríen cuando les posan una mano en la nalga en una velada de desenfreno, despreocúpate, no es tu problema, no es tu asunto, es lo que ellas quieren y cómo lo quieren... tú simplemente cumple con la Ley y no jodas.

miércoles, 7 de enero de 2015

La religión, esa enfermedad mental.



Mamá se volvió evangélica cuando yo tenía, creo, siete años. Desde entonces, la crianza y educación que recibí estuvo basada casi exclusivamente en esta rama del cristianismo. Levantarse todos los días a las 6 a.m. a orar, leer la biblia y reflexionar sobre Dios, y nuestras vidas, bajo la guía de libros especializados escritos por pastores generalmente americanos, los que —en lenguaje didáctico— indicaban cómo era ser buen cristiano; y, claro, lo que ellos decían es lo que debíamos hacer nosotros.

En esa época, recuerdo, mi casa se convirtió prácticamente en un templo. La entrega a la religión fue total. Mamá asistía de manera disciplinada a sus clases bíblicas con los consejeros de la iglesia. Papá se "convirtió" y se bautizó, mis hermanos mayores, mal que bien, hacían la pantomima de que también le entraban al asunto y yo... bueno, yo me volví un chibolo entregado a y temeroso de Dios. Con fe ciega seguí todo aquello que me iban enseñando tanto en casa como en la iglesia. No dudaba en absoluto de las palabras de los pastores, los consejeros, los ujieres, los líderes, etc. Incluso cuando, al promediar 12 años, recibí consejos y enseñanzas de un pastor en claro estado de ebriedad, jamás puse en tela de juicio aquello que me decía. ¿Y cómo hacerlo, si los principios de estar con Dios es creer, no dudar y obedecer?

Muchas cosas me enseñó la religión gracias a que la usaron como método de crianza: me enseñó que hay verdades en las que debemos creer “porque sí”, sin investigar y sin tener pruebas, sólo creerlas y ya; me enseñó de que quienes no pertenecen a mi grupo de fe están equivocados y, pues, pobres, están perdidos; pero lo más nocivo de sus enseñanzas, tal vez, —siguiendo la lógica de lo anterior— fue eso de que yo tenía la razón y que no importaba lo que me dijeran, previnieran o probaran: yo tenía la razón porque he conocido a Dios y él me reveló la verdad, lo correcto y la razón; de modo que todos aquellos que no compartían eso conmigo estaban equivocados e inevitablemente arderían en el infierno. Así de simple. A todo este caldo hay que agregarle, claro, su respectivo elemento de desprecio hacia los diferentes (los pecadores), su cuidadosa cuota de negación total de lo contrario (la ciencia) y, por supuesto, su bondadosa porción de homofobia —entre otras fobias.

Así de dolorosa es la cosa y así de dolorosa es la circunstancia que hoy me anima a escribir esto, a modo de reconocimiento público de que mis viejos, a pesar del inmenso amor que me han dado siempre, se huevearon olímpicamente al darme una crianza basada en algo tan nocivo y perverso. Sé que muchos no estarán de acuerdo con estas palabras, pero en fechas y momentos como estos, cuando el mundo enfrenta la atroz realidad del salvajismo al que puede conducir la religión fanatizada, es necesario que muchos, miles, salgamos a expresar la única verdad real que ella esconde: la religión es una enfermedad mental.

Lo es porque nos aliena y nos mantiene en un estado animal, divorciados de todo indicio de razonamiento, ciegos ante la realidad que nos rodea. Ella es el resultado de nuestra persecución por la comodidad, ella es una de las consecuencias del temor que sentimos por la libertad, por el razonamiento y por la lógica. Ella nos ha sido proporcionada a través de los siglos, de generación en generación, al grado que, ahora, la vemos como parte normal y fundamental de nuestras vidas… al grado que, muchas veces, quizá, seríamos capaces de morir o de matar por ella.

Yo no me trago la idea de la tolerancia intelectual con la religión, del mismo modo que no me trago la idea de que “todos tienen su opinión y ella debe ser respetada”. ¿Respetar algo que está equivocado? ¿Por qué? Señalarlo y denunciarlo para que no siga expandiéndose por el mundo y la humanidad volviéndola equívoca, errada y falsa; eso es lo que debemos hacer. Así lo hicieron muchos y así lo hacían, hasta ayer, los caricaturistas de Charlie Hebdo, la revista satírica francesa, asesinados cruelmente por fanáticos religiosos musulmanes.

Leí por ahí que uno no debe ponerse a culpar a la religión por lo malo que hacen los religiosos, como no podemos culpar al fútbol por los desmanes que hacen las barras bravas cada que hay partido. Pero creo que quien escribió eso no entiende (o no quiere entender) que lo segundo es consecuencia directa de lo primero y, por lo tanto, sí debemos culpar a uno como causa del otro; así de sencillo. Y es por ello que, sin paltas, me atrevo a señalar directamente a la religión como causa de la masacre ocurrida hoy en Francia. Masacre que, dicho sea de paso, es sólo una pequeña muestra de las monstruosidades que a diario son cometidas en medio oriente por extremistas como los que hemos visto hoy en video asesinando a un policía; es sólo un pequeño ejemplo de las barbaridades que, a través de la historia, se viene cometiendo en nombre de la religión, de cualquier religión del mundo.


Mi amistad y mi cariño para mis conocidos que son religiosos y se ven afectados por estas líneas. Mi afecto sincero por ellos como personas… pero mi irrespeto total por su fe y su creencia de que “saben algo que el resto no sabe y por eso son mejores”, algo que, tarde o temprano, les puede llevar a verme como un ser inferior a ellos (si es que no lo ha hecho hasta ahora).

miércoles, 26 de noviembre de 2014

¡Jódete Martha Chávez!



(Sobre la postura de la congresista respecto al tema de la Unión Civil entre homosexuales)


Imagínense que vivimos más o menos por 1450 y que, de entre todos los conceptos claros y establecidos que tenemos (gracias al sistema predominantemente religioso en el que vivimos), el más importante, y que rige nuestra existencia, es el que nos dice que la tierra es plana. Una verdad indiscutible como la existencia misma de Dios, algo con lo que crecieron nuestros padre y demás ancestros, y una idea con la que nos embutieron desde la cuna y con la cual vivimos felices y contentos pensando tenerlo todo claro y explicado. De pronto, aparece en las noticias (imagínense que podemos acceder a noticias) un tipo que dice que la tierra es redonda y que al navegar hacia el oeste podremos llegar nuevamente al punto de donde partimos. Loco, pues. Obviamente nos reiríamos en su cara, le llamaríamos idiota, le insultaríamos en las plazas públicas y, quizá, hasta buscaríamos acabar con él físicamente. Seguramente las autoridades, de un modo u otro, le dirían: "¿Sabes qué broer? Olvídalo, la gente no está preparada para lo que dices. Hay que esperar unos años para recién decirles".

Ahora imagínense que vivimos más o menos por 1600. Ya la tenemos clara: la tierra es redonda (bueno, Colón llegó a América y Magallanes navegó alrededor del mundo, así que no nos queda más que aceptarlo, ¿no?). Ahora nuestros curas se la pasan diciendo algo como lo siguiente:
—Eh, sí, sí, bueno, ejem, ejem; Dios nos dijo que sí, que la tierra es, en efecto, redonda, sí... Pero es una esfera que rige la creación, por si acaso; todos los planetas y estrellas giran alrededor de ella, ¿ok? ¿Que por qué? Pues está claro que porque es la máxima creación de Dios; tiene que ser el centro del universo, ¡obvio! u_u
Pero, de pronto, oooootra vez se aparece un loco que, carraspeando, nos enmienda la plana y nos dice lo que no queremos saber:
—La tierra no es el centro del universo, sorry 




¡Rayos! No, pues, esta vez no quedaremos en roche tan fácilmente. Al diablo con ese hablador, cojámosle y obliguémosle a rectificarse, a aceptar que nuestra verdad, la de la gran mayoría, es LA VERDAD, no las tonterías que él está diciendo, así sea que las dice con pruebas a la vista. Entonces las autoridades le dicen: "Mira compadre, esta gente no está lista para este tipo de cosas, mejor retráctate o te mueres, ¿capisci?".

Finalmente, imaginemos que vivimos alrededor de 1860, en Estados Unidos... y somos negros; quizá unos negros cuyos ancestros lucharon contra los ingleses para independizar al país de su yugo. Imaginemos que estamos súper entusiasmados al enterarnos que la sección 1 de la Enmienda XIV de la Constitución de nuestro joven país fue ratificada y que dice "Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sometidas a su jurisdicción son ciudadanos de los Estados Unidos y del Estado en que residen. Ningún Estado podrá dictar ni imponer ley alguna que limite los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos [...]". Pero también imaginemos cuán decepcionados de la vida estamos al darnos cuenta que, a pesar de la existencia de esa norma, nuestra situación de personas esclavizadas, discriminadas y segregadas no ha cambiado un ápice, que a pesar de las voces lúcidas que reclaman el cumplimiento de esa norma y el respeto por nuestros derechos, existe en el ambiente general la sensación de que nadie quiere cumplirla, que, incluso, gana las elecciones presidenciales un tipo flaco, alto y buena gente que parece dispuesto a ser nuestro bienhechor y que, incluso, vence en una guerra con tal de hacer respetar nuestro derecho, pero que tal es el grado de maldad en el mundo que a ese tipo lo acaban de matar con un plomazo en la cabeza... así las cosas, entendemos el mensaje y aceptamos que todavía es muy pronto para que nuestra situación vaya a cambiar, que para eso todavía debemos esperar unos cien años más. ¡Qué injusticia, carajo!
Ahora volvamos a nuestra época, a nuestro tiempo. Ahora, ciertamente, miramos todas esas cosas del pasado con una sonrisa entre burlona y avergonzada: ¿realmente nuestra especie pudo llegar a tales niveles de idiotez? Pues sí. A través de la historia nuestras maldades generaron mucha ignorancia, mucha injusticia y mucho sufrimiento. Cosas aberrantes que hoy, a lo lejos, nos parecen increíbles y que, hasta cierto punto, nos crean ánimos de no repetirlas. Así, hoy en día nunca cometeríamos el error de defender tonterías como que el universo se formó en siete días, que el hombre apareció de la nada y de frente como un homo sapiens sapiens, que la tierra es plana, que somos el centro del universo o que la gente negra no tiene derechos. Hemos logrado entender que el conocimiento libre de restricciones no sólo nos hace más libres, sino también más justos y que, por eso, no estamos dispuestos a cometer las mismas miserias del pasado... ¿O no?
Durante la última semana he comenzado a dudar por completo de lo afirmado en el párrafo anterior. Y no necesité ir más lejos para hacerlo. Simplemente tuve que leer y escuchar lo que la gran mayoría de gente de este país tiene que decir respecto a una cuestión tan básica como el respeto e igualdad de los homosexuales, tuve que ser testigo del absoluto odio y desprecio que la mayoría de peruanos riega contra otros seres humanos al calificarlos prácticamente de animales, negándoles así la posibilidad de ser más libres y más respetados ante la Ley. Pensé al inicio que no debería alarmarme, que así es la sociedad, que las personas pueden hablar y berrear todo lo que quieran, porque, al final, la razón se impondrá. Ilusamente hice caso a los comentarios de algunas personas que decían y afirmaban que los derechos no pueden ser sometidos a la voluntad de la mayoría; así que me quedé tranquilo, como un Sancho que simplemente escucha a los perros ladrar y ladrar mientras vamos avanzando.
Hasta que encontré el video de una entrevista que le hacen a una congresista de la república, o sea a una máxima autoridad del país, o sea a una representante de la gente, o sea, a alguien con poder. Desde el arranque me asusté: ella decía que por los homosexuales tiene una especie de "discriminación positiva" y que no era necesario que se le den los mismo derechos que el resto de las personas tenemos. Preocupante, por decirlo menos. Y es que no se trataba de un individuo más del montón que se pone a derramar su pestilencia en un comentario del facebook, ni de de un ser anónimo que insulta desde la matrix de la ignorancia, no; se trataba de una autoridad visible y reconocible del Perú. Una persona que, además, había dicho que un colega suyo, homosexual, había cometido una falta ética por pedir igualdad ante la Ley para los de su clase. Una funcionaria pública que, en tres años de funciones, nunca había presentado un proyecto de ley y que recién lo hace ahora, con el fin de destruir el proyecto de Ley que busca beneficiar a los homosexuales.
Pero tal vez lo más lastimoso que esta congresista dijo se puede escuchar a partir del minuto diez del video, cuando comete la misma barrabasada histórica de la humanidad al afirmar que ahora todavía no es tiempo para darles a otros seres humanos residentes de este país el estatus de ciudadanos plenos de derecho, respetables y libres; que podríamos esperar todavía, digamos, mmmm, unos doscientos años para darles todos sus derechos, así como Estados Unidos esperó doscientos años para recién dignarse a darle sus derechos plenos a los negros, pues.
Tamaña e indignante afirmación, como ya dije, no era importante en las mentes y en las bocas de los demás peruanos comunes y corrientes, porque, al fin y al cabo, ellos simplemente son carne que forma una masa idiota y casi inerte a la que básicamente había que dirigir hacia lo correcto. Pero esa misma infamia en los labios de una congresista de importancia, con harta presencia mediática y un importante número de seguidores ya no es algo que deba pasar inadvertido, sino que debe ser atacado y rechazado a todo nivel, puesto que es sencillamente inaceptable que en pleno siglo XXI, cuando, supuestamente, nos encontramos en camino de desarrollo, cuando reclamamos a diario por una mejor educación, inclusión y justicia, permitamos que una persona con clara mentalidad obsoleta nos coja por los tobillos cuando tratamos de nadar hacia adelante.
Dicen que de Galileo Galilei (el que nos dijo que la tierra no es el centro del universo) sólo conservamos el dedo medio de su mano derecha. Quizá esa fue su venganza contra la humanidad por haberlo encerrado de por vida debido a su descubrimiento: el que lo único que veamos de él hoy en día sea su dedo medio con el que nos insulta perpetuamente. Tal vez esa sea la forma de lidiar también con quienes ahora tratan de seguir sumiéndonos en el charco de la sinrazón, la ignorancia y el odio. Tal vez eso debemos hacer con esta congresista y su "esperemos doscientos años para darles derechos a los homosexuales", mostrarle el dedo medio y, en nombre de Galileo, decirle: ¡jódete vieja de mierda!