miércoles, 26 de noviembre de 2014

¡Jódete Martha Chávez!



(Sobre la postura de la congresista respecto al tema de la Unión Civil entre homosexuales)


Imagínense que vivimos más o menos por 1450 y que, de entre todos los conceptos claros y establecidos que tenemos (gracias al sistema predominantemente religioso en el que vivimos), el más importante, y que rige nuestra existencia, es el que nos dice que la tierra es plana. Una verdad indiscutible como la existencia misma de Dios, algo con lo que crecieron nuestros padre y demás ancestros, y una idea con la que nos embutieron desde la cuna y con la cual vivimos felices y contentos pensando tenerlo todo claro y explicado. De pronto, aparece en las noticias (imagínense que podemos acceder a noticias) un tipo que dice que la tierra es redonda y que al navegar hacia el oeste podremos llegar nuevamente al punto de donde partimos. Loco, pues. Obviamente nos reiríamos en su cara, le llamaríamos idiota, le insultaríamos en las plazas públicas y, quizá, hasta buscaríamos acabar con él físicamente. Seguramente las autoridades, de un modo u otro, le dirían: "¿Sabes qué broer? Olvídalo, la gente no está preparada para lo que dices. Hay que esperar unos años para recién decirles".

Ahora imagínense que vivimos más o menos por 1600. Ya la tenemos clara: la tierra es redonda (bueno, Colón llegó a América y Magallanes navegó alrededor del mundo, así que no nos queda más que aceptarlo, ¿no?). Ahora nuestros curas se la pasan diciendo algo como lo siguiente:
—Eh, sí, sí, bueno, ejem, ejem; Dios nos dijo que sí, que la tierra es, en efecto, redonda, sí... Pero es una esfera que rige la creación, por si acaso; todos los planetas y estrellas giran alrededor de ella, ¿ok? ¿Que por qué? Pues está claro que porque es la máxima creación de Dios; tiene que ser el centro del universo, ¡obvio! u_u
Pero, de pronto, oooootra vez se aparece un loco que, carraspeando, nos enmienda la plana y nos dice lo que no queremos saber:
—La tierra no es el centro del universo, sorry 




¡Rayos! No, pues, esta vez no quedaremos en roche tan fácilmente. Al diablo con ese hablador, cojámosle y obliguémosle a rectificarse, a aceptar que nuestra verdad, la de la gran mayoría, es LA VERDAD, no las tonterías que él está diciendo, así sea que las dice con pruebas a la vista. Entonces las autoridades le dicen: "Mira compadre, esta gente no está lista para este tipo de cosas, mejor retráctate o te mueres, ¿capisci?".

Finalmente, imaginemos que vivimos alrededor de 1860, en Estados Unidos... y somos negros; quizá unos negros cuyos ancestros lucharon contra los ingleses para independizar al país de su yugo. Imaginemos que estamos súper entusiasmados al enterarnos que la sección 1 de la Enmienda XIV de la Constitución de nuestro joven país fue ratificada y que dice "Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sometidas a su jurisdicción son ciudadanos de los Estados Unidos y del Estado en que residen. Ningún Estado podrá dictar ni imponer ley alguna que limite los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos [...]". Pero también imaginemos cuán decepcionados de la vida estamos al darnos cuenta que, a pesar de la existencia de esa norma, nuestra situación de personas esclavizadas, discriminadas y segregadas no ha cambiado un ápice, que a pesar de las voces lúcidas que reclaman el cumplimiento de esa norma y el respeto por nuestros derechos, existe en el ambiente general la sensación de que nadie quiere cumplirla, que, incluso, gana las elecciones presidenciales un tipo flaco, alto y buena gente que parece dispuesto a ser nuestro bienhechor y que, incluso, vence en una guerra con tal de hacer respetar nuestro derecho, pero que tal es el grado de maldad en el mundo que a ese tipo lo acaban de matar con un plomazo en la cabeza... así las cosas, entendemos el mensaje y aceptamos que todavía es muy pronto para que nuestra situación vaya a cambiar, que para eso todavía debemos esperar unos cien años más. ¡Qué injusticia, carajo!
Ahora volvamos a nuestra época, a nuestro tiempo. Ahora, ciertamente, miramos todas esas cosas del pasado con una sonrisa entre burlona y avergonzada: ¿realmente nuestra especie pudo llegar a tales niveles de idiotez? Pues sí. A través de la historia nuestras maldades generaron mucha ignorancia, mucha injusticia y mucho sufrimiento. Cosas aberrantes que hoy, a lo lejos, nos parecen increíbles y que, hasta cierto punto, nos crean ánimos de no repetirlas. Así, hoy en día nunca cometeríamos el error de defender tonterías como que el universo se formó en siete días, que el hombre apareció de la nada y de frente como un homo sapiens sapiens, que la tierra es plana, que somos el centro del universo o que la gente negra no tiene derechos. Hemos logrado entender que el conocimiento libre de restricciones no sólo nos hace más libres, sino también más justos y que, por eso, no estamos dispuestos a cometer las mismas miserias del pasado... ¿O no?
Durante la última semana he comenzado a dudar por completo de lo afirmado en el párrafo anterior. Y no necesité ir más lejos para hacerlo. Simplemente tuve que leer y escuchar lo que la gran mayoría de gente de este país tiene que decir respecto a una cuestión tan básica como el respeto e igualdad de los homosexuales, tuve que ser testigo del absoluto odio y desprecio que la mayoría de peruanos riega contra otros seres humanos al calificarlos prácticamente de animales, negándoles así la posibilidad de ser más libres y más respetados ante la Ley. Pensé al inicio que no debería alarmarme, que así es la sociedad, que las personas pueden hablar y berrear todo lo que quieran, porque, al final, la razón se impondrá. Ilusamente hice caso a los comentarios de algunas personas que decían y afirmaban que los derechos no pueden ser sometidos a la voluntad de la mayoría; así que me quedé tranquilo, como un Sancho que simplemente escucha a los perros ladrar y ladrar mientras vamos avanzando.
Hasta que encontré el video de una entrevista que le hacen a una congresista de la república, o sea a una máxima autoridad del país, o sea a una representante de la gente, o sea, a alguien con poder. Desde el arranque me asusté: ella decía que por los homosexuales tiene una especie de "discriminación positiva" y que no era necesario que se le den los mismo derechos que el resto de las personas tenemos. Preocupante, por decirlo menos. Y es que no se trataba de un individuo más del montón que se pone a derramar su pestilencia en un comentario del facebook, ni de de un ser anónimo que insulta desde la matrix de la ignorancia, no; se trataba de una autoridad visible y reconocible del Perú. Una persona que, además, había dicho que un colega suyo, homosexual, había cometido una falta ética por pedir igualdad ante la Ley para los de su clase. Una funcionaria pública que, en tres años de funciones, nunca había presentado un proyecto de ley y que recién lo hace ahora, con el fin de destruir el proyecto de Ley que busca beneficiar a los homosexuales.
Pero tal vez lo más lastimoso que esta congresista dijo se puede escuchar a partir del minuto diez del video, cuando comete la misma barrabasada histórica de la humanidad al afirmar que ahora todavía no es tiempo para darles a otros seres humanos residentes de este país el estatus de ciudadanos plenos de derecho, respetables y libres; que podríamos esperar todavía, digamos, mmmm, unos doscientos años para darles todos sus derechos, así como Estados Unidos esperó doscientos años para recién dignarse a darle sus derechos plenos a los negros, pues.
Tamaña e indignante afirmación, como ya dije, no era importante en las mentes y en las bocas de los demás peruanos comunes y corrientes, porque, al fin y al cabo, ellos simplemente son carne que forma una masa idiota y casi inerte a la que básicamente había que dirigir hacia lo correcto. Pero esa misma infamia en los labios de una congresista de importancia, con harta presencia mediática y un importante número de seguidores ya no es algo que deba pasar inadvertido, sino que debe ser atacado y rechazado a todo nivel, puesto que es sencillamente inaceptable que en pleno siglo XXI, cuando, supuestamente, nos encontramos en camino de desarrollo, cuando reclamamos a diario por una mejor educación, inclusión y justicia, permitamos que una persona con clara mentalidad obsoleta nos coja por los tobillos cuando tratamos de nadar hacia adelante.
Dicen que de Galileo Galilei (el que nos dijo que la tierra no es el centro del universo) sólo conservamos el dedo medio de su mano derecha. Quizá esa fue su venganza contra la humanidad por haberlo encerrado de por vida debido a su descubrimiento: el que lo único que veamos de él hoy en día sea su dedo medio con el que nos insulta perpetuamente. Tal vez esa sea la forma de lidiar también con quienes ahora tratan de seguir sumiéndonos en el charco de la sinrazón, la ignorancia y el odio. Tal vez eso debemos hacer con esta congresista y su "esperemos doscientos años para darles derechos a los homosexuales", mostrarle el dedo medio y, en nombre de Galileo, decirle: ¡jódete vieja de mierda!