miércoles, 19 de febrero de 2014

Ya tú ve, amigo bolivariano.



Ya tú ve si sigues ignorando el hecho de que ese gobierno al que defiendes es dictatorial. Ya tú ve si sigues aceptando como válido que se hayan hecho elecciones general a menos de un mes de muerto Chavez, utilizando todo el aparato estatal a favor de Maduro, con la mayoría de medios independientes acallados, con casi todos los canales de televisión dominados, con innumerables denuncias de fraude... y que aún así Maduro haya "ganado" con el cincuenta por ciento y centésimas de votos. Ya tú ve si te tragas toda esa pastilla. Ya tú ve si, a pesar de eso, sigues defendiendo a ese gobierno dictatorial como válido porque "ganó limpiamente" las elecciones y porque es producto de la voluntad popular. Ya tú ve si sigues insistiendo en que la oposición debería esperar unos años más para sacarlo del poder limpiamente, mediante elecciones. Ya tú ve si puedes mirarte al espejo mientras repites todo eso. Y si lo haces, ya tú ve si recuerdas un poco lo que ocurrió aquí hace catorce años. Ya tú ve si te alcanza la memoria para verte a ti mismo, más joven, luchando contra el fraude de Fujimori en el 2000, gritando en las calles "¡Y va a caer, y va a caer, la dictadura va a caer!" e irritándote al escuchar, en uno de los canales comprados por esa dictadura, a Martha Chávez que te decía: "Este gobierno es válido porque ganó limpiamente las elecciones y porque es producto de la voluntad popular. Si la oposición quiere derrotarlo, debe esperar unos años más para sacarlo del poder limpiamente, mediante elecciones". Ya tú ve.

Ya tú ve, amigo bolivariano, si continúas diciendo que los miles y miles de manifestantes venezolanos son, todos, agentes de la CIA, terroristas, golpistas o fascistas. Ya tú ve si sigues defendiendo a a un dictador que se burla de la sexualidad de su contendor o de las mujeres que le hacen oposición. Ya tú ve. Pero si lo haces, también acuérdate de los redactores de los diarios chicha, de aquí del Perú, de hace catorce años. Es decir, ya tú ve si los recuerdas. Ya tú ve si te da la cabeza para rememorar aquellos titulares tipo "Mariposón Mohme es agente de Rusia", "Chancho Andrade está contra los pobres", "Nerviosón Castañeda le pide ayuda a negro Risco". Ya tú ve si te acuerdas y eres capaz de seguir defendiendo a Maduro, ese dictador al servicio de la mafia venezolana del siglo XXI. Ya tú ve.

Ya tú ve si, ante los asesinatos producidos en las manifestaciones de los venezolanos, sigues usando la frase "también hay muertos chavistas" como excusa para la represión de aquellos, como diciendo, "nosotros no somos los únicos que hemos matado, por si acaso". Ya tú ve hasta donde haces llegar tus límites en la defensa de asesinos. Ya tú ve si quieres o no quieres entender que lo que importa no es el bando al que pertenezcan los caídos, sino que hay uno o varios homicidas andando libres por ahí, en motos, con armas. Ya tú ve si sigues siendo incapaz de no entender que todo esto es producto de la crisis económica, de la inseguridad y de la corrupción a la que están sometidos los venezolanos por parte de ese gobierno dictatorial que organiza, arma y proteje a esos homicidas. Ya tú ve.

Ya tú ve cómo haces ahora para darte coherencia después de haber apoyado con entusiasmo las marchas estudiantiles en Chile, diciendo que representaban a la juventud crítica y consciente de América Latina que está despertando para luchar contra la injusticia y por mejores gobiernos en nuestros países; y, sin embargo, ahora descalificaz ferozmente a las marchas y protestas estudiantiles en Venezuela porque son de grupos "fascistas y terroristas" que sirven a los Estados Unidos... simplemente porque el gobierno de turno en ese país viste de rojo, como tú. Ya tú ve pues, amigo. Ya tú ve si te metes o no una seria reflexión sobre el concepto de la hipocresía. Ya tú ve.

Ya tú ve si sigues criticando a El Comercio y su postura en contra del gobierno venezolano por "atentar contra la libertad de prensa" —siendo que ellos mismos son un grupo que atenta contra la libertad de prensa y expresión—. Ya tú ve si sigues tratando de explicar que eso se llama tener una concha más grande que la del Campo de Marte. Ya tú ve si simplemente no dejas de leer y de creer lo que dice El Comercio. Ya tú ve si no te das cuenta que hay miles y miles de periódicos, radios, televisoras y canales de internet en el mundo que informan sobre lo que está pasando en Venezuela. Ya tú ve si no entiendes que no todos ellos pueden estar aliados con el imperialismo yanqui, si no los lees, no los escuchas y no los miras. Ya tú ve si no puedes notar que, increíblemente, la mayoría coincide en que lo que pasa en Venezuela es una situación casi insostenible, que el de Maduro es un gobierno dictatorial, que simplemente está reprimiendo a su población, que está atentando contra sus derechos más básicos y que todo el revuelo de los últimos días es, en pocas palabras, su culpa. Ya tú ve.

Ya tú ve si sigues defendiendo lo indefendible apelando a cualquier cosa. Ya tú ve si sigues cogiendo cualquier tontería de por ahí para irte por la tangente y no discutir el problema central de Venezuela. Ya tú ve si sigues rasgándote las vestiduras porque la gentita de Eisha hizo su cartelito de apoyo a las protestas en Venezuela y se tomó fotito pa'l feis. Ya tú ve si te sigue interesando su actitud así sea que te parezca inválida. Ya tú ve si simplemente no los ignoras y si sigues diciendo que, porque ellos hacen eso, toda la protesta, toda la crisis y todo problema venezolano es mentira y es inválido. Ya tu ve.

sábado, 15 de febrero de 2014

El amor de María Elena.



Ya no me gusta mucho eso de encarnar la figura del Grinch en fechas especiales del año. Navidad, halloween y San Valentín dejaron de ser celebraciones que, en mis días de ociosidad y vagancia universidad y preparación profesional, servían para ensayar mis mejores frases contra la alienación, el capitalismo y la huachafería, y pasaron, más bien, a ser días en los que, además de mandar al diablo al trabajo, me dedico a disfrutar de los beneficios que traen: tener reunida a toda la familia en navidad, disfrutar de mis amistades en halloween y recordar a María Elena en San Valentín.
  
Ella, joven, guapa, vigorosa y llena de amor, es el objetivo ideal de un día como el 14 de febrero de todos los años. Para nosotros los peruanos, digo.

Y es que en el Perú los Días del Amor no siempre fueron lo que ahora son. Hubo una época en la que este país se desangraba debido a los ataques terroristas de un grupo que se consideraba lo suficientemente iluminado como para decir qué estaba bien y qué no. Una época en la que el sólo mostrar un pequeño desacuerdo con ellos significaba una súplica por una sentencia de muerte propia y de los que te rodeaban. Una época en la que demostrar un poco de amor no era más que “estar en contra del pueblo” y ser merecedor de un absurdo arreglo de cuentas.

En ese tiempo y en esa época, en medio de tanta insanía y sangre, vivió María Elena, mujer que se atrevió a hacer aquello que todos pensaban era una locura: demostrar un poco de amor. Un poco de amor por ella misma, por su familia y por su pueblo. Y justamente lo hizo un día 14 de febrero pero del año 1992. Aquel día, el grupo terrorista Sendero Luminoso había convocado a un paro armado, lo que significaba que nadie podía salir o acercarse a la calle. Lo hacían para demostrar un poder que no tenían, quizá para enrostrarle al gobierno su dominio sobre zonas populares y emergentes del país. No hacer caso a un paro armado era, justamente, desacatar los mandamientos todopoderosos del senderismo y hacer que aquel supuesto poder que querían mostrar se viera humillado por una población que no hace caso a las ordenes de un grupo de asesinos.

Y fue justamente lo que María Elena Moyano (Malena, para los amigos) hizo: arruinarles los planes a los senderistas. Planeó y efectuó una demostración más poderosa, más conmovedora y más legítima: Organizó a las mujeres de su comunidad y, con ellas, realizó una pequeña Marcha Por La Paz y lo hizo con sólo 50 personas, las mismas que, aunque temerosas, la acompañaron con la dignidad que exigía la seguridad de estar haciendo algo bueno y algo correcto. Aquella demostración no sólo significó un abierto enfrentamiento a una organización de muerte —que no dudaba en arrasar con un pueblo entero a machetazos si es que lo consideraba su enemigo— sino también la reafirmación de una comunidad sobre las bases de la democracia y la tolerancia como formas de vida. Una pequeña comunidad de gente que empezó de cero, que un 14 de febrero, al mando de una de sus líderes, representó a un país entero y dio inicio a la caída de la más sanguinaria organización terrorista aparecida en Latinoamérica, a pesar del alto precio que Malena tuvo que pagar un día después.

¿Se imaginan eso? Tener el coraje de aguantar el miedo y enfrentarse a una bestia que, de seguro, te va a matar. Sacrificarte por un ideal, dar la vida por lo que es correcto y, al hacerlo, no estar dispuesto a matar a nadie y luchar contra la dictadura del terror, por el bien, ya sea de allegados, vecinos, conciudadanos o compatriotas, por quien sea, pero por su bien, por su libertad y por su paz. Para mí, esa es la verdadera definición del amor. Creo que eso es lo que debemos celebrar cada 14 de febrero en el Perú, la vida de María Elena y su demostración cabal de sentimiento puro frente a lo que sea.

Y al final, hay tantas cosas que me gustaría decir sobre María Elena, tantas comparaciones que hacerle, tantas símiles que darle, tantas palabras bonitas y tantas frases bien estructuradas que tributarle, que sencillamente me siento abrumado por el propósito. Siento que no me alcanza la capacidad ni el talento para hacerlo. O tal vez simplemente sea que me produce temor el hacerlo y que nada de lo hecho sea suficiente. Sólo me queda decir que ella ha calado en mi corazón y que, si las circunstancias me lo exigen, he de tratar de seguir su ejemplo y no sólo brindarle un tributo mediante un blog que casi nadie lee, sino también haciendo lo que ella hizo a pesar de las adversidades. Porque si de algo estoy seguro es que ella, como muchos —como todos—, tuvo miedo con cada amenaza que le llegaba, sudó frío con cada atentado del que se libraba y la pensó más de dos veces antes de embarcarse en una empresa tan arriesgada como marchar por la paz frente a un paro de Sendero Luminoso. Y aún así lo hizo. Aún así, demostró que cuando la sociedad necesita de personas fuertes y decididas, de espíritus elevados y valientes, de un género que encarne lo bueno, lo correcto y lo debido, no deben importar los temores y las angustias, sino simplemente el amor, el verdadero amor. 



"La balearán, la dinamitarán... ¡y no podrán matarla!"

(Leyenda de uno de los carteles en el funeral de
María Elena Moyano el 15 de febrero de 1992)