lunes, 11 de agosto de 2014

Tierras malditas, lógicas de sangre.


(Sobre el conflicto de Gaza y algunas de sus aristas) 

Hace doce años atrás (¡ay!), cuando ingresé a la universidad, con lentes hipsters (aunque aún no existían los hipsters) y pantalones deshilachados, creyéndome el revolucionario en un antro capitalista (¡ja!), tuve una primera clase que me asustó: Redacción Jurídica. El profesor, Óscar Coello Cruz: fino de figura, de hablar meloso, de formas marcadamente impostadas y exageradas. Su primera pregunta: ¿de dónde son los apellidos medio raros del salón? Su primera demostración de sapiencia: ir reconociendo de donde eran. Su primera recomendación: leer mucho para ser finos como él. Su primera lección: "lo más importante de la carrera es saber escribir bien, nada más, sólo eso". Su primer trabajo: leer y aprender de memoria un texto de Mario Vargas Llosa (sí, aprenderlo de memoria, pues el examen consistiría en el dictado de dicho texto, que debería ser escrito tal cual como estaba en el libro, pues por cada coma o punto faltante —o fuera de lugar— tendríamos cuatro puntos menos). El resultado: jalado en la tercera nota. ¡Mierda!

La carrera pasó. No sé cuántos cursos pasaron. Hartos profesores con distintas metodologías de enseñanza pasaron, varias amistades hechas y deshechas pasaron y demasiados años encerrados en una facultad con la promesa y el afán de ser una generación de abogados distinta y mejor pasaron... ¡ah!, ilusiones juveniles, caray. Pero a pesar de que todo fue pasando, en mi cabeza siempre bulló aquella primera clase con el profesor Coello y su trabajo desmesurado. No sé, quizá na especie de rencor no resuelto por haberme demostrado, de arranque, que la universidad no es el colegio, que allí se llega para sufrir y que sólo pasan los dedicados (algo de lo que recién ahora soy plenamente consciente, pero ese es otro tema u_u). El texto de Vargas Llosa se me quedó grabado gracias más a la obsesión que a la efectividad del método Coello.

Pero Mario Vargas Llosa no se volvió un ser de desprecio para mí. Comencé a leer otros textos suyos —sobre todo sus novelas— y a punta de genio y figura, se convirtió en mi papi, mi churro, mi micky, mi rey, tanto en literatura como en política. Y no, aquello no ocurrió debido al texto que el profesor Coello nos mandó a memorizar; a ese todavía lo tenía entre ceja y ceja, rememorándolo cada cierto tiempo con el ánimo de un escrutador con ganas de anular y destruir, cuestionando a cada oportunidad la validez de su uso para enseñar a escribir correctamente a una mancha de cachimbos despistados y, sobre todo, no entendiendo, todavía, qué carajos podía significar un texto sobre el terrorismo en nuestras tiernas existencias.

Bueno, eso se acabó hace un par de semanas debido al tema que tiene a todo el mundo en vilo, casi encabronado consigo mismo: GAZA.     

La verdad sea dicha: respecto al tema de Gaza y el conflicto Israel vs Palestina, poco sabía. Entendía, sí, como todos, que es un enfrentamiento que tiene ya como sesenta años, desde el nacimiento del Estado de Israel y que, bueno, es un problema que ocurre lejos, del cual poco a nada sirve enterarse.

Pero sucede que en esta ocasión el tema adquirió relevancia para mí, en vista de la cantidad abrumadora de información disponible en la red al respecto. Muchos de mis contactos del facebook levantaron sus voces, algunos a favor de Israel y la gran mayoría a favor de la causa Palestina. Entonces supe que el tema no pasaba por ser un mero enfrentamiento de buenos demócratas contra malos terroristas, ni de nobles luchadores libertarios contra hegemonías genocidas; había que entender el problema a fondo y, para eso, no bastaba con dejarse llevar por las fotos de casas y personas bombardeadas o de misiles lanzados indiscriminadamente sobre ciudades asustadas.

Empecé, entonces, mi búsqueda por información (buena) sobre el tema. Al hacerlo, abjuré de mi simpatía inicial por Israel, pues es imposible no detenerse a rechazar lo que hace un Estado demócrata frente a una población desprotegida y usada por los terroristas como escudos humanos; más que por los bombazos que les lanza, por su afán expansionista desmesurado y casi siempre criticado, incluso por sus propios aliados. Y es que simplemente aquello es una cosa inexplicable. Nadie en su sano juicio puede entender su razón de ser. Todas las administraciones norteamericanas (aliadas de Israel), desde Nixon hasta Obama, sistemáticamente se han opuesto a su expansionismo, porque, sencillamente, no hay ningún tipo de justificación para ello... salvo la religiosa, lo que, sin duda, hace que su causa, de plano, se vaya directo al carajo. Del mismo modo que ocurre con la ocupación que hace de territorios Palestinos mediante sus famosas colonias: simplemente no pueden apropiarse de tierra que no sea la suya, ni gobernar a quienes no los quieren como gobernantes, de la manera en la que lo viene haciendo; sencillamente eso es un comportamiento increíblemente irresponsable de parte de un Estado, a pesar de saber la posición contraria de sus aliados occidentales y no puede ser tolerado por quienes defendemos la democracia y propugnamos la libre determinación de los pueblos.

Pero también, junto a todo lo anterior, me jodió harto darme cuenta de la hipocresía mostrada por la gran mayoría de pro-palestinos, quienes gustan de gritar y agitar banderas de rechazo frente al bombardeo realizado por Israel en territorio Palestino, pero que prefieren callar vergonzosamente frente a las atrocidades que cometen los de HAMAS y otros grupos similares, dentro y fuera de la zona de Gaza y Palestina. O sea, vamos: los de HAMAS usan a la población de Gaza como escudos humanos, reconociendo en esa estrategia algo victorioso, poniendo misiles en escuelas y hospitales, sabiendo que la aviación israelí bombardeará esos lugar y matará a población civil, e incluso instando a las personas a quedarse en esos lugares para "enfrentar" los bombazos; Bashar al-Assad viene matando a más de 180,000 sirios en menos de dos años; en los últimos dos meses miles y miles de musulmanes y cristianos han sido aniquilados de las formas más horrorosas posibles en Iraq y en Siria por la organización terrorista llamada Estado Islámico; decenas de miles de personas han sido asesinadas por el Taliban; medio millón de musulmanes de raza negra han sido liquidados por musulmanes árabes en Sudán; todo eso sin contar la situación absolutamente indescriptible de la mujer en los territorios y zonas dominadas por este tipo de grupos (represión, esclavitud, violaciones, torturas, ablaciones, etc.)... ¿y a pesar de todo eso la gran mayoría de pro-palestinos no son capaces de levantar también su voz de protesta ni mostrar su indignación, por lo menos en menor medida que por lo de Gaza, contra aquellos grupos? Perdónenme, pero creo que quien se muestra encolerizado por las agresiones que comete un Estado que tiene el apoyo de Estados Unidos y calla miserablemente frente a las atrocidades cometidas por terroristas, sufre indudablemente de un severo caso de falsedad en su proceder y un crónico estado de doble moral en su espíritu, típico de los seres repulsivos.

Y es en este punto cuando el texto de Vargas Llosa, con lo odiado que era, con su alma impregnada de Coello y con lo enigmático e incomprensible de su esencia, se encendió nuevamente en mi cerebro. ¿Terrorismo, dijiste Varguitas?

"La lógica del terror", así se titula. En él, el Nobel de literatura 2010, explica con precisión y exactitud de cirujano cuál es el motivo y la razón de ser del terrorismo, por qué el terrorista hace lo que hace y cuál es el efecto que debe y no debe causar en la sociedad y el Estado.

Repasarlo en el contexto actual fue como encontrar la luz de guía ante la duda de qué bando escoger en este conflicto que parece haber enemistado irremediablemente a muchos. Y no es que uno esté necesariamente obligado a tomar partido por uno de los actores del conflicto, es simplemente que, a veces, la vida te pone en un tiempo de la historia en el que pareciera que hay que decir algo sobre lo que pasa, que da la sensación de que hay que manifestarse... aunque sea por internet, sí, sí, sí, ya lo sé.
"El atentado terrorista no es, como algunos piensan, producto de la irreflexión, de impulsos ciegos, de una transitoria suspensión del juicio. Por el contrario, obedece a una rigurosa lógica, a una formulación intelectual escrita y coherente de la que los dinamitazos y pistoletazos, los secuestros y crímenes quieren ser una consecuencia innecesaria".
Y es que, de acuerdo al terrorista, existe detrás de la máscara buena de la sociedad, una culpa, un delito, un pecado; la injusticia, la pobreza, la inseguridad, etc.; lo que debe ser castigado con violencia no solamente porque lo merezca, sino por el fin superior de desenmascarar al sistema podrido, por la urgencia de estimularlo a dejar ver su lado más malvado y mortífero, tal vez el verdadero: la represión brutal. Pero, cómo, ¿acaso no es mejor vivir en un sistema democrático donde todos seamos libres, estemos seguros y podamos trabajar tranquilos para alcanzar nuestro propio bienestar? Claro, si es que te gusta vivir un espejismo, una ilusión, en una especie de Matrix (terrorista dixit). Y como aquello está mal, hay que romper algunos espejismos a punta de bombazos. Así solamente podrás ver la verdadera naturaleza de tu opresor; verás cómo vienen por ti para masacrarte si es que te confunden con el perpetrador del bombazo, si es que se huevean y te sindican como el que asesina selectivamente, como el que hace los disparos; peor aún: si toda tu comunidad es sospechosa de ser o de estar escondiendo a terroristas. Entonces voltearás la mirada y asentirás con la cabeza. Estarás seguro que un cambio radical es lo más justo para la humanidad y que no puedes permitir que el estatus quo se mantenga poderoso: hay que acabarlo. En suma, es un círculo vicioso que se retroalimenta con el paso de los tiempos y de las generaciones.
"Ésta es la verdad que el terrorista quiere iluminar con el incendio de los atentados. Él prefiere la dictadura a la democracia liberal o a una socialdemocracia. Porque la dictadura, con su rígido control de la información, su policía omnipresente, su implacable persecución a toda forma de disidencia y de crítica, sus cárceles, torturas, asesinatos y exilios le parece representar fielmente la realidad social, ser la expresión política genuina de la violencia estructural de la sociedad. En cambio, la democracia y sus libertades “formales” son un peligroso fraude capaz de desactivar la rebeldía de las masas contra su condición, amortiguando su voluntad de liberarse y retrasando por lo tanto la revolución".
Así, el Estado y la sociedad formal se encuentran, finalmente, ante una lógica aparentemente irrebatible y ante el dilema de defenderse para mantenerse o de cuestionarse para desaparecer, siendo que la primera opción es la que se activa casi de modo automático ante un peligro como el de las bombas y los atentados. Es entonces cuando podemos entender las reacciones primarias del Estado Peruano en los tiempos del terror de Sendero Luminoso y las acciones desmesuradas de Israel en el conflicto actual de Gaza. La ecuación simplemente luce infalible: 

Terrorismo anti sistema → atentados → muerte, destrucción y miseria → respuesta violenta que afecta a población inocente → terrorismo anti sistema...
"El gobierno democrático tiene la obligación de defenderse, con firmeza y sin complejos de inferioridad, con la seguridad de que defendiéndose defiende a toda la sociedad de un infortunio peor que los que padece. Al mismo tiempo, no debe olvidar un segundo que toda su fuerza depende de su legitimidad, que en ningún caso debe ir más allá de lo que las leyes y esas “formas” –que son también la esencia de la democracia– le permiten. Si se excede y a la vez comete abusos, se salta las leyes a la torera en razón de la eficacia, se vale de atropellos, puede ser que derrote al terrorista. Pero éste habrá ganado, demostrando una monstruosidad: que la justicia puede pasar necesariamente por la injusticia, que el camino hacia la libertad es la dictadura".
Entonces, volvamos al tema del que hablábamos anteriormente: ¿qué bando tomar en el conflicto de Gaza, ahora que tenemos en cuenta cuál es la lógica terrorista y cuáles los límites que debe tener un Estado democrático frente al peligro de su insanía?

Personalmente la tengo clara: lo peor que podría ocurrirle a Israel es perder legitimidad en pro de ganarle una batalla a los terroristas de HAMAS. Creo sinceramente que si un perro te muerde la pierna, sería ilógico y hasta idiota que tú busques ponerte también en cuatro patas y le muerdas el rabo, o la oreja o el lomo, u otra pata. No, eso simplemente no ocurrirá. Así mismo, los Estados democráticos no pueden rebajarse al nivel del terrorista y responderle al terror con terror, obviando las normas nacionales e internacionales, dando pie a que la propaganda contraria acabe por manchar y embarrar el sistema en el que vivimos, haciéndolo quedar como uno represor y genocida.

De otro lado, creo que todos aquí en occidente deberíamos abogar por algo de lo que se ha hablado poco durante el último capítulo de este conflicto milenario, algo que, creo, obedece al más básico sentido común: la necesidad de que se solidifiquen, de una vez por todas, las bases de dos Estados independientes compartiendo una misma tierra (Israel y Palestina), bases que deben estar fundadas en el secularismo y la democracia, por cierto. Esa, creo, es la mejor forma de estar en contra de los bombardeos, el terrorismo, el expansionismo y los misilazos. Esa es la mejor manera que todos tenemos de lidiar con un conflicto que no es nuestro, pero que nos afecta, como ya dije, al grado de crear enemistades y dolores interpersonales antaño impensables. Esa es la mejor manera que tendremos de hacer algo por la humanidad de los humanos... aunque sea desde una página de internet, sí, sí, sí, ya sé.