miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cuento de terror cajamarquino



El mejor cuento de terror y horror que podrás tener en este día, es sobre lo que ocurrió ayer en Cajamarca. Y dice así:
Un hombre no pagó por una motosierra y se le inició proceso judicial, el juez (¿justo? ¿racional?) ordenó, entonces, un desalojo con lanzamiento y cateo. Como siempre, para llevar a cabo este tipo de diligencias, la PNP debe estar presente para garantizar el orden y la seguridad, sobre todo la seguridad de los funcionarios judiciales que intervendrán en el acto. Muchas veces, cuando hay desobediencia y resistencia a la autoridad es necesaria la presencia del Ministerio Público y la Defensoría del Pueblo , a efectos respetar los DDHH y la legalidad... y blah, blah, blah...
Miren, la verdad en este tipo de diligencias, es que el acreedor, por lo general, contrata matones, hartos matones, para llevar a cabo el desalojo. Matones que no van para agarrarse a besos, claro, sino con el único objetivo de enfrentarse y doblegar al deudor. Eso, por lo general. Pero hay ocasiones en que el acreedor —con harto billete de por medio, por supuesto— se da el lujo de pagar policías para que vayan a hacer el desalojo. O sea, no me refiero a los tres o cuatro efectivos que en una camioneta policial (en el mejor de los casos) van para cuidar, sobre todo, al secretario del juzgado que debe verificar el desalojo y levantar el acta. Me refiero a un manchón de policías que, con sus uniformes, sus placas, sus implementos y, sobre todo, sus armas, se hacen presentes para realizar exactamente lo mismo que los matones, o sea, enfrentarse a los deudores y, por la fuerza, echarlos de sus casas, haciendo un lamentable papel de mercenarios con autoridad y permiso estatal. Eso ocurrió ayer: policías fueron a enfrentarse a un propietario que, lógicamente, quiso defender su casa y terminaron matándole, y no sólo matándole, sino agrediendo físicamente, de manera bestial, a su esposa e hijos mientras su cadáver estaba tirado a un costado empozando el techo con su sangre.
Ahora, pongámonos a pensar: si a los matones tú, como acreedor, les vas a pagar sus veinte Soles a cada uno para que te hagan el trabajito de ir y agarrarse a golpes con los deudores en batallas campales y sangrientas (no exagero), y botarlos de sus casas... ¿Te imaginas cuánto le debes pagar a un manchón de policías, quienes no solo te aseguran fuerza de choque sino "profesionalismo" y "legalidad"? Harto billete, por supuesto... haaaaarto billete.
Yo no sé qué tanto odio visceral les tenían a estas personas de Cajamarca, como para haberse gastado un billetón en este desalojo que terminó convirtiéndose en homicidio, ¡por una motosierra! Pero lo que sí sé es que la PNP se ha convertido en la institución menos respetada, más corrupta y endémicamente podrida de este país. Basta con notar las reacciones que uno tiene cuando sabe que debe hacer algún tipo de trámite en una comisaría, para corroborar mis palabras. Basta con el desánimo que nos brota cuando ocurre algo y nos dicen: "llama a la policía". Un uniformado, hoy en día, ya no es para nosotros sinónimo de Ley y protección, sino señal de alerta, peligro de robo e imagen de decadencia.
Hace unos días el Ministro del Interior, Daniel Urresti, en un acto público y frente a medios de comunicación carajeó, ninguneó y amenazó a oficiales de la PNP, cometiendo claramente abuso de autoridad y dando ejemplo del nivel bajo al que ha llegado ese sector; y, claro, lógicamente, no es de extrañar que aquellos policías maltratados por su superior y humillados frente a la ciudadanía, van a suponer que su deber es hacer lo mismo ante quienes, ellos suponen, son sus subordinados: el pueblo. Así, con la insanía de asesinos, van a enfrentarse a un ciudadano desarmado que quiere defender su propiedad, le disparan, suben a su techo y golpean brutalmente a su esposa y a su hijo mientras su cuerpo yace al costado, agonizante. Así estamos.