Por Fred Borbor
Quienes han leído alguna columna de Aldo Mariátegui estarán de acuerdo conmigo al afirmar que tiene un estilo, digamos, peculiar o singular... Ok, ok: tiene un estilo hasta’lculo. Desde faltas gramaticales hasta faltas de buen gusto adornan su obra escrita, mayoritariamente compuesta por sus editoriales en el diario que dirige: Correo. Ello difícilmente puede contribuir a que gane, algún día, ni el más paupérrimo premio que se otorgue al mérito estilístico de la escritura.
Sin embargo, muchos también coincidirán conmigo si digo que, entre aquella maraña de cieno hediendo literario, hay varias cositas rescatables, como sus constantes debates y propuestas en materia económica, que –ojo– no necesariamente son las correctas a seguir, pero que sí alimentan el bagaje de ideas al respecto, de nuestra política casera. Y es que en un país adolescente aún en materia de cultura política, resaqueado todavía por cerca de treinta años de ideologización izquierdista y –vamos– idiotizado por un sistema educativo limitado y miserable; nunca cae mal tener una voz contraria, un antípoda, un jodido, un extremo contrario de la credulidad generalizada.
Bueno pues, una cosa es escribir mal y proponer ideas interesantes, y otra cosa es escribir mal y proponer estupideces. Más aún: hacer análisis torpes y obtusos, basados en una paranoia boba propia de hace más de medio siglo, convirtiendo el objetivo principal de dicho análisis en un escopetazo a los pies de sus beneficiarios.
¿Quién, que se precie de tener algo de cultura, no sabe que el saludo del brazo levantado y el puño cerrado es innegablemente marxista (o comunista, o socialista, o leninista, o maoísta, o…)? Y además ¿quién no sabe que esa también es una actitud que denota fuerza, vigor o energía? Al parecer Aldo Mariátegui no lo sabe, porque en la edición de Correo del día 1 de septiembre, en primera plana y cual bruja descubierta en pueblo medieval, Susana Villarán –candidata izquierdista a la alcaldía de Lima– es denunciada (¿por un delito?, ¿por una falta?, ¿por una torpeza?, ¡no!) por tener un panel con su foto haciendo el mencionado saludo marxista. Lógicamente que cuando leí la portada temprano aquel día, no pude evitar darme un manazo en la frente y decir: ¡veste!
Ahora bien, ya calmados, tomados un tecito y habiendo respirado varias veces para bajar la tensión, nos preguntamos: ¿qué otro saludo puede hacer una candidata de izquierda?, y sobre todo, ¿qué de malo tiene ese saludo? ¡Es un saludo más, demonios! Sus ideas y propuestas populistas y demagógicas siguen allí, sin ser vistas, sin ser tomadas en cuenta y sin ser analizadas a fondo para desbaratarlas y demostrar que son un absurdo. El fucking saludo es un detalle ínfimo en comparación con lo pérfidos que pueden ser la mayoría de sus planteamientos para gobernar a la capital del país.
La prensa bloguera y la prensa satírica de inmediato se relamieron en el hecho y no tardaron en burlarse poniendo fotos de personajes famosos –no necesariamente de izquierda– haciendo el bendito saludo. Incluso la red se llenó de ediciones gráficas jocosas al respecto. Yo ya no me pude aguantar y también solté mis risotadas por tamaña babosada. Y es que es demasiado absurdo descalificar en estos tiempos a alguien por una postura corporal, tanto más si lo que se busca es anular a aquella persona como candidato fuerte a un puesto de gobierno. Esa es una actitud tonta y digna de la prensa más bruta. Y digo bruta porque no puede ser inteligente un acto que, buscando una reacción de indignación por la falta, genere un apoyo para la víctima de tamaña muestra de intolerancia y majadería intelectual.
Aldo se defendió al día siguiente aduciendo que su portada tenía el objeto de denunciar un saludo que recuerda a tiranías, dictaduras, violencia y terrorismo. Puso al costado fotos de Fidel Castro, de Hugo Chávez y de Abimael Guzmán haciendo el mismo saludo –claro pues Aldito, son de izquierda, ese es su saludo, ¿qué otro esperabas? – pero olvidando a otros personajes de izquierda, tanto de Europa como de América, muy queridos y que hicieron un buen trabajo, quienes también hacen aquel saludito cada vez que tienen oportunidad. También dijo que su idea era acusar lo mismo que se acusaría si uno de los candidatos pondría en un panel una foto suya haciendo el saludo nazi. Y es aquí donde mi opinión encuentra un punto algo razonable en todo este lío.
Si una mañana nos levantamos y vemos por las calles un cartelazo con la foto de algún candidato haciendo el saludo romano, de inmediato nos indignaríamos y lo moleríamos, si no a palos, a punta de pura crítica por lo desatinado y desacertado de su cartel, panel o propaganda. Le diríamos desde malnacido hasta racista. Seguramente Correo pondría en su primera plana la foto del candidato y al costado la foto de Hitler o Mussolini. ¡Qué horror!
Pero resulta que hay una buena diferencia entre ser fascista (y saludar como Hitler) y ser izquierdista (y saludar como Castro). El fascismo es un modelo político superado no sólo por su antagonismo con la democracia, sino también por el trabajo de erradicación y asco que el mundo de la post guerra se ha encargado de hacer con él. Nuestra cultura contemporánea prácticamente ya ha instaurado el dogma de que el fascismo es malo y perverso. En Alemania –país donde se desarrolló de manera más galopante– está prohibido ser nazi, es un delito. En el resto del mundo también, en mayor o menor medida. No sucede lo mismo con la izquierda (entiéndase como “izquierda” a todos los hijos intelectuales de Marx), ¿por qué?, porque la izquierda con la URSS como líder, ganó la guerra gracias a la alianza que tenía con USA, Inglaterra y la resistencia Francesa. Esa victoria le permitió a la URSS apoderarse de la mitad del mundo e implantar el marxismo en él. Por un periodo de cerca de cincuenta años un montón de países tenían gobiernos de izquierda, bajo el influjo de la URSS, claro. Al final, muchos de ellos abandonaron ese sistema porque sencillamente no sirve, pero al hacerlo no lo arrasaron o eliminaron de raíz, aduciendo su perfidez o malignidad para la humanidad. No. Lo abandonaron y dejaron los rezagos de sus viejos partidos comunistas casi a la deriva. Al ir pasando el tiempo el mundo se va dando cuenta de que la izquierda no necesariamente es dañina, sino que cuenta con ciertos rasgos rescatables que podrían ayudar a generar una sociedad mejor. Podrían…
Es decir que, en la actualidad, la izquierda no puede ser comparada con el fascismo, ni por asomo. Ya sea por una cuestión de vencedores y derrotados, o porque realmente tenga algo bueno que aportar, es una corriente ideológica con la que tenemos que convivir y tenemos que tolerar. Si queremos atacarla y demolerla, tenemos que hacerlo con argumentos sólidos, dirigidos a temas realmente importantes y a cuestiones de fondo. Por ejemplo, y es sólo un ejemplo, ¿alguien se ha tomado el trabajo de revisar siquiera la parte introductoria del plan de gobierno de Susana Villarán? ¿Alguien se ha dado cuenta que en la página web del Movimiento Nueva Izquierda –el más importante de sus aliados– hay un pronunciamiento a favor de las FARC –grupo terrorista y violentista– y de reivindicación a su líder muerto, y que ese mismo pronunciamiento es firmado por Perfecto Víctor Ramírez, candidato a regidor con Fuerza Social? ¡Ah!
Sin embargo, muchos también coincidirán conmigo si digo que, entre aquella maraña de cieno hediendo literario, hay varias cositas rescatables, como sus constantes debates y propuestas en materia económica, que –ojo– no necesariamente son las correctas a seguir, pero que sí alimentan el bagaje de ideas al respecto, de nuestra política casera. Y es que en un país adolescente aún en materia de cultura política, resaqueado todavía por cerca de treinta años de ideologización izquierdista y –vamos– idiotizado por un sistema educativo limitado y miserable; nunca cae mal tener una voz contraria, un antípoda, un jodido, un extremo contrario de la credulidad generalizada.
Bueno pues, una cosa es escribir mal y proponer ideas interesantes, y otra cosa es escribir mal y proponer estupideces. Más aún: hacer análisis torpes y obtusos, basados en una paranoia boba propia de hace más de medio siglo, convirtiendo el objetivo principal de dicho análisis en un escopetazo a los pies de sus beneficiarios.
¿Quién, que se precie de tener algo de cultura, no sabe que el saludo del brazo levantado y el puño cerrado es innegablemente marxista (o comunista, o socialista, o leninista, o maoísta, o…)? Y además ¿quién no sabe que esa también es una actitud que denota fuerza, vigor o energía? Al parecer Aldo Mariátegui no lo sabe, porque en la edición de Correo del día 1 de septiembre, en primera plana y cual bruja descubierta en pueblo medieval, Susana Villarán –candidata izquierdista a la alcaldía de Lima– es denunciada (¿por un delito?, ¿por una falta?, ¿por una torpeza?, ¡no!) por tener un panel con su foto haciendo el mencionado saludo marxista. Lógicamente que cuando leí la portada temprano aquel día, no pude evitar darme un manazo en la frente y decir: ¡veste!
Ahora bien, ya calmados, tomados un tecito y habiendo respirado varias veces para bajar la tensión, nos preguntamos: ¿qué otro saludo puede hacer una candidata de izquierda?, y sobre todo, ¿qué de malo tiene ese saludo? ¡Es un saludo más, demonios! Sus ideas y propuestas populistas y demagógicas siguen allí, sin ser vistas, sin ser tomadas en cuenta y sin ser analizadas a fondo para desbaratarlas y demostrar que son un absurdo. El fucking saludo es un detalle ínfimo en comparación con lo pérfidos que pueden ser la mayoría de sus planteamientos para gobernar a la capital del país.
La prensa bloguera y la prensa satírica de inmediato se relamieron en el hecho y no tardaron en burlarse poniendo fotos de personajes famosos –no necesariamente de izquierda– haciendo el bendito saludo. Incluso la red se llenó de ediciones gráficas jocosas al respecto. Yo ya no me pude aguantar y también solté mis risotadas por tamaña babosada. Y es que es demasiado absurdo descalificar en estos tiempos a alguien por una postura corporal, tanto más si lo que se busca es anular a aquella persona como candidato fuerte a un puesto de gobierno. Esa es una actitud tonta y digna de la prensa más bruta. Y digo bruta porque no puede ser inteligente un acto que, buscando una reacción de indignación por la falta, genere un apoyo para la víctima de tamaña muestra de intolerancia y majadería intelectual.
Aldo se defendió al día siguiente aduciendo que su portada tenía el objeto de denunciar un saludo que recuerda a tiranías, dictaduras, violencia y terrorismo. Puso al costado fotos de Fidel Castro, de Hugo Chávez y de Abimael Guzmán haciendo el mismo saludo –claro pues Aldito, son de izquierda, ese es su saludo, ¿qué otro esperabas? – pero olvidando a otros personajes de izquierda, tanto de Europa como de América, muy queridos y que hicieron un buen trabajo, quienes también hacen aquel saludito cada vez que tienen oportunidad. También dijo que su idea era acusar lo mismo que se acusaría si uno de los candidatos pondría en un panel una foto suya haciendo el saludo nazi. Y es aquí donde mi opinión encuentra un punto algo razonable en todo este lío.
Si una mañana nos levantamos y vemos por las calles un cartelazo con la foto de algún candidato haciendo el saludo romano, de inmediato nos indignaríamos y lo moleríamos, si no a palos, a punta de pura crítica por lo desatinado y desacertado de su cartel, panel o propaganda. Le diríamos desde malnacido hasta racista. Seguramente Correo pondría en su primera plana la foto del candidato y al costado la foto de Hitler o Mussolini. ¡Qué horror!
Pero resulta que hay una buena diferencia entre ser fascista (y saludar como Hitler) y ser izquierdista (y saludar como Castro). El fascismo es un modelo político superado no sólo por su antagonismo con la democracia, sino también por el trabajo de erradicación y asco que el mundo de la post guerra se ha encargado de hacer con él. Nuestra cultura contemporánea prácticamente ya ha instaurado el dogma de que el fascismo es malo y perverso. En Alemania –país donde se desarrolló de manera más galopante– está prohibido ser nazi, es un delito. En el resto del mundo también, en mayor o menor medida. No sucede lo mismo con la izquierda (entiéndase como “izquierda” a todos los hijos intelectuales de Marx), ¿por qué?, porque la izquierda con la URSS como líder, ganó la guerra gracias a la alianza que tenía con USA, Inglaterra y la resistencia Francesa. Esa victoria le permitió a la URSS apoderarse de la mitad del mundo e implantar el marxismo en él. Por un periodo de cerca de cincuenta años un montón de países tenían gobiernos de izquierda, bajo el influjo de la URSS, claro. Al final, muchos de ellos abandonaron ese sistema porque sencillamente no sirve, pero al hacerlo no lo arrasaron o eliminaron de raíz, aduciendo su perfidez o malignidad para la humanidad. No. Lo abandonaron y dejaron los rezagos de sus viejos partidos comunistas casi a la deriva. Al ir pasando el tiempo el mundo se va dando cuenta de que la izquierda no necesariamente es dañina, sino que cuenta con ciertos rasgos rescatables que podrían ayudar a generar una sociedad mejor. Podrían…
Es decir que, en la actualidad, la izquierda no puede ser comparada con el fascismo, ni por asomo. Ya sea por una cuestión de vencedores y derrotados, o porque realmente tenga algo bueno que aportar, es una corriente ideológica con la que tenemos que convivir y tenemos que tolerar. Si queremos atacarla y demolerla, tenemos que hacerlo con argumentos sólidos, dirigidos a temas realmente importantes y a cuestiones de fondo. Por ejemplo, y es sólo un ejemplo, ¿alguien se ha tomado el trabajo de revisar siquiera la parte introductoria del plan de gobierno de Susana Villarán? ¿Alguien se ha dado cuenta que en la página web del Movimiento Nueva Izquierda –el más importante de sus aliados– hay un pronunciamiento a favor de las FARC –grupo terrorista y violentista– y de reivindicación a su líder muerto, y que ese mismo pronunciamiento es firmado por Perfecto Víctor Ramírez, candidato a regidor con Fuerza Social? ¡Ah!