sábado, 10 de noviembre de 2012

El MOVADEF y la libertad de expresión



Nunca estuve de acuerdo con la inscripción del MOVADEF como partido político por una sola y simple razón: porque tanto su solicitud para ser inscrito como su esencia y fundamentos ideológicos no cumplen con la Ley, punto. Esa es la razón objetiva, desapasionada y neutral. Nadie que sepa lo que dice y que tenga un mínimo de conocimiento sobre las leyes peruanas puede negar y refutar aquello, al menos no con fundamentos sólidos (los tipos exaltan la violencia como método válido para hacer las cosas, ¡por favor!).

Pero ya todo eso ha sido largamente explicado en su momento por uno y otro medio, por especialistas en la materia y por opinantes de a pie –como quien escribe estas líneas– que hacen uso de su derecho a la libertad de opinión.

Una vez zanjado aquel punto, quedó en suspenso y pendiente de trámite la discusión ideológica, el debate político y el enfrentamiento democrático con ellos. Algunos cogieron el guante y lo hicieron, pero la mayoría de nosotros simplemente prefirió callar y contentarse con que el grupete, fachada de sendero luminoso, no lograra su inscripción como partido político legal. Ni siquiera las claras muestras de que los rojitos estaban reclutando a jóvenes, convenciendo a incautos y ganándose simpatías cada vez mayores nos hicieron reaccionar de manera correcta. Nadie se levantó entonces y dijo: “oigan, creo que debemos hacer algo al respecto” (entendiéndose “algo” como acción democrática y pacífica) y preferimos quedarnos con las indignaciones vacías a las que nos conducían los noticieros y sus reportajes baratos.

Así que en medio de todo esto, el Estado intentó sacar una “Ley del Negacionismo”, una norma con la que, en términos sencillos, se buscaba sancionar a quienes anden por ahí diciendo que aquí no hubo terrorismo ni terroristas, que Abimael Guzmán era un santo y que lo que en realidad pasó fue una “guerra interna política” (denominación mucho más paja y menos bestial que TERRORISMO, que les da a sus provocadores un mejor estatus que el de DELINCUENTES).

Sin embargo esa idea fue criticada por varios sectores, especialmente por el fujimorismo porque, claro, ¿cómo carajos vas a pretender que nadie pueda negar atrocidades si mi líder, a quien debo defender, apologizar y liberar, está encarcelado por crímenes de lesa humanidad? ¡No puessssss!

En fin, fuera de las críticas interesadas que recibió, es necesario decirlo claramente: ese Proyecto de Ley es una reverenda mierda, ¿por qué?, porque cualquier cosa que busque censurar o limitar la libertad que tiene la gente de pensar y opinar lo que se le de la regalada gana es una reverenda mierda, así de simple. Es más, si papá Estado quiso hacer eso respecto al tema del terrorismo, aduciendo que puede permitir que la mente de los jóvenes peruanos sea manchada por los falsos testimonios las falsas enseñanzas de un grupo de amantes de la violencia, entonces debemos enterarnos que tácitamente se está aceptando una incapacidad absoluta para educar bien a los peruanos. Esa es la dura y cruel verdad. Nada sacará el gobierno prohibiendo que se digan cosas malas, porque eso siempre ocurrirá (es más, es muy probable que ocurra más cuando hay una Ley que te prohíbe decirlas). Lo que se debe hacer es lo más sensato: educar e informar correctamente a la población, así de simple. Desde las escuelas, colegios, espacios públicos, medios estatales o, incluso, haciendo un buen uso de las partidas destinadas a la publicidad estatal en medios privados.

Así pues, luego de todo este aburrido preámbulo, podemos colegir y deducir dos cosas:
• El Estado puede y debe dar –y exigir– ciertas condiciones para reconocer derechos (como el de reconocer a un grupo como partido político, por ejemplo).
• El Estado no puede decirle a una persona, o a un grupo de personas, qué es lo que puede –o no puede– pensar u opinar.

Todo en orden hasta aquí.

Entonces, ¿qué onda con todo este barullo que se ha armado estos últimos días, nuevamente con el MOVADEF; ah?


Primero, que unos cuantos gatos de ellos fueron a gritar frente a la Embajada Peruana en Argentina exigiendo libertad para Abimael Guzmán (y para todos los presos “políticos” del Perú… bla, bla, bla…) y alguien les hizo caso. Mmmm… un poco extraño, ¿no? Imagino que, en este punto, los cientos de peruanos radicados en Argentina que pugnanpor tener una entrevista con un cónsul de su país y que llevan esperando semanas porque se les de ese privilegio se habrán sentido poco menos que zopencos al notar que el chiste para lograrlo no estaba en ir y hacer toooodo el trámite al que los sometieron, sino en que simplemente se junten y vayan a hacer chongo en la puerta de la embajada. Pero, asumamos que nada raro pasó aquí: un grupito hizo berrinche y les hicieron caso… salvo que entre los gritillos que ese grupito estaba emitiendo en la puerta de la embajada había uno particularmente inquietante: “¡Ollanta asesino, el pueblo te repudia!”… Bueno, dirá usted, es lo mismo que se grita en todas las manifestaciones de protesta de peruanos dentro y fuera del Perú, no es para tanto, oiga. Pero, verá, también (no sé si en aquella misma ocasión) se hicieron pintas en la fachada de la embajada con aquella misma frasecita, como para que quede de ella constancia gráfica y no sólo oral… Bueno, esteeeeee… en realidad (y forzando un poco la tuerca), digamos que, hasta aquí, nada nuevo tampoco…

Hasta que, de pronto y luego de todo esto, ¡bum!, el Embajador, representante del país y del presidente (a quien aquel grupito está llamando ASESINO tanto oral como gráficamente) sale y les dice: “Hola chicos, qué gusto que hayan pasado a visitarme, ¿tienen algo qué decir? Pues pasen, pasen. Qué ocurrencia, están en su casa”… ¿Habrase visto semejante babosada en el representante personal de alguien que representa a un Estado? Si hasta dan ganas de encontrárselo por la calle y decirle: “¡Oye, imbécil! Están insultando al que te puso aquí en la embajada, a tu jefe, al que personifica a la Nación, o sea a todos nosotros. Para entender mejor la figura: no se trata de la delegación de un club departamental en el extranjero que quieren hablar contigo, no es un grupito de peruanos perdidos en Buenos Aires que buscan cobijo y a quienes la embajada debería recibir, no son los encargados de alguna comunidad o colonia perucha en tierras gauchas quienes te llaman a gritos para que les ayudes con algo; no: son manifestantes que están llamando ASESINO a tu jefe y que, encima, están pidiendo la libertad para un terrorista, ¿entiendes?”… ¿Cómo? ¿Que también son peruanos? Eso todos los sabemos, cabeza hueca; pero también sabemos que esa no es una credencial que les permita hacer lo que se les antoje en la embajada peruana. Que griten todo lo que quieran, que jodan cuanto les plazca, pero no valides ni certifiques las sonseras que están gritando, ¿sí? Que pinten todo lo que quieran, pero no te conviertas en un Street Arty junto con ellos al recibirlos, como premiando su iniciativa estúpida y su huachafada. Identifica al pinto frustrado y denúncialo para que lo sancionen por daño a la propiedad… ¿Qué la que hizo la pinta es una empleada de la tu embajada? ¡No me jodas pues, hermano! Tan huevonazo ya no puedes ser.

En fin, dejemos al ex–embajador Lynch en su laberinto. Él ya está cagadazo, a pesar de las explicaciones –más estúpidas aún– que dio. Concentrémonos mejor en lo que realmente importa de todo este asunto: ¿es para tanto todo este tema como para que hoy estemos clamando porque se persiga y se destruya a todo simpatizante del MOVADEF? Yo creo que no.

 
Es cierto que mientras no cumplan con todos los requisitos que la Ley exige no podemos reconocerlos como un partido político legal. En buena cuenta, tres son las cosas que ellos deben hacer para que aquello ocurra:
• Renunciar a la violencia como método y mediopara hacer las cosas (pensamiento Gonzalo), reconociendo a la Democracia como el único sistema viable en la sociedad peruana.
• Reconocer que ellos iniciaron el periodo de violencia terrorista y que ellos son los causantes directos e inmediatos de todas las muertes y masacres que se les atribuye.
• Pedir perdón por todo lo señalado anteriormente y declarar, de manera específica, que estuvieron equivocados y que no volverán a hacerlo.

Mientras eso no ocurra, lamentablemente les debemos seguir diciendo que no pueden entrar a competir en la vía partidaria legal porque, sencillamente, si no hacen todo ello (especialmente el primer punto) no están cumpliendo con lo que manda la Ley peruana.

Ahora bien, sin defecto de lo anteriormente señalado, los demás, nosotros, los ciudadanos que tanto criticamos a este grupo, no podemos taparnos los ojos y no reconocer que ellos existen como realidad, como un grupo humano cohesionado y organizado; que tenemos licencia para darles caza y/o desaparecerlos como por arte de magia. El MOVADEF, señores, existe, es y mueve su colita cuanto puede, como puede y donde puede. Es obvio que van a seguir peleando por lo que quieren, por su inscripción como partido político y por la libertad para su líder. ¿Eso está mal? Por supuesto que no. Lo que estaría mal es que nuevamente ataquen a poblaciones indefensas, pongan coches bomba en las ciudades grandes o vuelvan a asesinar selectivamente. Algo que, hasta donde sé, no están haciendo, por lo que no encuentro ningún motivo por el cual ellos deban ser empujados a la esquina y desaparecidos de un plumazo, pues, de ahí a que les hagamos caso y hagamos lo que ellos piden existe un gran, graaaaan abismo.

De modo que lo mejor que podemos hacer los peruanos que no simpatizamos con ellos es olvidarnos por un momento de nuestras rabias, no hacerle caso a la bulla política que ciertos sectores interesados tratan de hacer (¡habla, amigo fujimorista!) y tomar aire, calmarnos y llegar a la sana conclusión de que si queremos acabar con ellos, es mejor hacerlo con las ideas antes que con burdos intentos de desconocimiento de la realidad, antes que con el absurdo método de tapar el sol con un dedo. Hagámosles ver lo equivocados que están y lo lunáticas que son sus ideas. Ellos se jactan bastante de que leen, de que se educan, de que estudian (aunque a la hora de demostrarlo simplemente se van al carajo) y están totalmente convencidos de que tienen la antorcha de la verdad consigo. Bueno, ya es hora de que alguien les demuestre que no es así. Pero lamentablemente eso no va a poder ocurrir si tú, amigo peruano que me lees, simplemente montas en ira con cada marcha, protesta, pinta o frase altisonante que ellos suelten. Recuerda que, probablemente, tú también has hecho o haces lo mismo a veces, qué sé yo: contra Conga, contra el capitalismo, por la libertad de Fujimori o contra tu vieja. Recuerda que, como tú, ellos hacen uso de un derecho inherente –la libertad de pensamiento y de opinión– por la admiración que sienten por algo o por alguien… Qué, ¿no sabías que ese derechos también lo pueden tener otras personas, así sean los más feroces terroristas?

Si alguien me lo pregunta, mi respuesta acerca de lo que opino del MOVADEF movilizándose y manifestándose por calles, plazas, presentaciones de libros o embajadas, es que prefiero que ellos y cualquier otro grupo que tienta tener actividad política hagan eso a que vengan y me pongan un coche bomba en la puerta de mi casa, y que lo que tenemos que reprocharles no es que hagan bulla, insulten al presidente o pinten una embajada, sino su pasado, ese mismo al que hasta ahora no han renunciado y del que aún no hacen escarnio. Lo que hay que reclamarles es el hecho de que hagan un acto de contrición y busquen insertarse en la vida política en serio, algo que hasta ahora no han hecho. Hay que seguirles exigiendo que si quieren entrar a nuestro juego, primero deben eliminar de su vocabulario e ideología esa mierda llamada pensamiento Gonzalo, no porque no puedan pensar lo que quieran, sino porque así lo exige la Ley… Democracia señores. ¿Qué tal si les enseñamos un poquito aunque sea?