martes, 2 de junio de 2009

¡Se siente, se siente! ¡Keiko presidente!


Por Fred Borbor


Con gran sorpresa, preocupación y un poco de enojo he leído hace algunos días los comentarios y catalogaciones que la bien distinguida persona del señor Mario Vargas Llosa ha soltado contra las figuras de Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Y es que si bien es cierto soy uno de los que desde siempre ha admirado su prolífica obra literaria y la capacidad de análisis que él tiene frente a los diversos temas, los mismos que ha abordado en sinnúmero de artículos y ensayos y a la vez soy de aquellos que cree que refutar las palabras de un intelectual de tal envergadura es simplemente una locura; no me voy a impedir, en esta oportunidad, de expresar mi total rechazo a aquellas infames expresiones.

Es mi deber pues informarle al señor Vargas Llosa que, desde que leí dichas declaraciones suyas en contra de dos de nuestros políticos más famosos, en mí ha perdido a un fiel e incondicional seguidor, pues aquellas palabras suyas me han dado la firme convicción y certeza de que él sufre de un desconocimiento total de la naturaleza y el comportamiento peruano –sin mencionar su poco y desacertado análisis del carácter de nuestro país– y sin mediar mayores floreos pasaré a explicar el por qué:

Resulta pues que entre aquellos dos señores a quienes nuestro ilustre escrito trata malsanamente de descalificar, dándoles un nivel de inelegibles en las próximas elecciones del país y comparándolos con dos estados críticos y lamentables de salud, está el próximo presidente de nuestra nación, al que sin ningún reparo elegiremos gustosamente. Sí, aunque usted, amigo lector, no lo crea –y aunque el autor de “Conversación en la catedral” manifieste que no nos cree capaces de tamaña estupidez, o aunque se niegue a creerlo–, ya sabemos mejor que nadie, que nosotros los peruanos tenemos una increíble capacidad para ponernos a tiro de escopeta, entre la espada y la pared, al borde del abismo o con una espada de Damocles amenazante. Basta sólo recordar que hace cuatro años nada más hemos superado todas las barreras del sub razonamiento al obligarnos a tener que elegir a nuestro actual mandatario de entre las personas de Alan García –un ex presidente que en su primer gobierno quebró al país– y el mismo Ollanta Humala –un ex militar que deliraba y delira con imponer un gobierno de izquierda similar a muchos que ya fracasaron en tiempos pasados–. Faltaba más. ¡No nos subestime señor escribidor!

Por lo tanto queda claro y fuera de duda que nosotros los peruanos somos el más obtuso y el más zopenco de los pueblos en cuanto a elegir autoridades se refiere.


¿Datos? Ok, qué tal estos:


1985.- Compiten varios candidatos entre los cuales se encuentran El Señor Alfonso Barrantes, respetadísimo personaje de izquierda y –sonido de tambores–: Alan García Pérez, un jovencito de 35 años de edad cuyas únicas credenciales eran: su juventud, su piquito de oro, ser el engreído de Haya de la Torre y tener un jale entre las féminas que siempre he envidiado. Planes de gobierno… bueno, ambos eran malísimos, para qué mentir, pero digamos que en el hipotético caso de ser un país responsable, informado y coherente, lo más lógico era que la presidencia, el manejo y las riendas del país, se las diésemos al candidato que mejores credenciales tenía ¿no? Pues no. Se las dimos a Alan García Pérez. ¿Qué pasó? Pregúntale a tu viejo cuantas horas de colas tuvo que hacer para que puedas tomar un vaso de leche.


1990.- Nos encontrábamos traumados –no encuentro una palabra más fuerte en el diccionario de sinónimos– por lo que había pasado. Las marchas y contra marchas contra el gobierno se seguían casi sin descanso (mi padre dijo algo muy cierto por aquella época: “¿Qué se quejan si los culpables somos nosotros mismos?”). La bestialidad que se había cometido era demasiada. Una sarta de ineptos hizo lo que quiso con nuestra vapuleada nación. Estábamos en la banca rota, la ruina, la quiebra, etc. Nadie nos quería. No teníamos nada. Lo único que teníamos era dinero acumulado en costales pero sólo nos servían para comprar un caramelo. Postulan varios pero el más cercano a ocupar la primera magistratura es –sonido de tambores otra vez–: Mario Vargas Llosa. Claro, era lo más lógico. Era lo más plausible: un presidente distinto, un presidente intelectual, un presidente con un plan de gobierno acorde con los nuevos tiempos y casi perfectamente estructurado… Pues no, otra vez. El peruano –siempre obtuso y zopenco– se dejó influenciar por una propaganda dirigida desde palacio de gobierno –Alan se orinaba de miedo pues era obvio que Vargas Llosa no iba a permitir que su gobierno pase por agua tibia y no sea investigado– así que votó por un desconocido total: Alberto Fujimori. ¿Qué pasó? Ya pues, de eso si te acuerdas.

1995.- Un Perú feliz bailaba y festejaba la cuasi derrota de una lacra como Sendero Luminoso, la reinserción del país en el sistema económico mundial y el asesinato de monstruos mitológicos como algunas empresas estatales. El chino estaba en la cúspide de su vida política así que quería un segundo gobierno. Nadie, por entonces, se imaginaba lo que había tras bambalinas: asesinatos, persecuciones, corrupción y embrutecimiento. En realidad el Perú había apostado por algo “nuevo” y parecía que les hacía cachita a todos porque su gracia le había salido bien. Se presenta a competir por la banda presidencial –bueno ya saben que sonido–: El Señor Javier Pérez de Cuellar. ¿Qué quién era? Nada más y nada menos que el ex Secretario General de la ONU, uno de los mejores diplomáticos que ha existido y, a la sazón, autor de varios súper libros especializados en la materia; en suma, un señor intelectual. Algunos –y sólo algunos– pensábamos que Fujimori tenía que irse, pues ya existían indicios de sus majaderías escondidas y –ojo con esto Álvaro Uribe– creíamos que una reelección no podría acarrear más que corrupción del más asqueroso estilo. Bueno ya saben lo que pasó: el presidente-candidato, con todos los recursos del estado a su disposición le ganó al intelectual probo. ¡Bravo pueblo peruano!

2000.- Bueno pues, se acabó la era de los Intelectuales y Señores candidatos que perdían ante seres impresentables. Las cosas estaban realmente feas pues era evidente la cochinada que había estado escondiendo Alberto Fujimori (y que ahora mostraba con total desparpajo) y su siniestro círculo. Keiko era la primera dama y todos decían al unísono: “El pueblo tiene hambre y Keiko está muy gorda” –no sé porque menciono eso, pero lo menciono–. Un aterrador manejo de los medios de comunicación hizo añicos de los contrincantes del chino. Se destruyeron honras y honores a la par que a nosotros, los escolares de aquel tiempo, se nos sometía a la peor educación de América Latina. Al pueblo en general se lo estupidizaba con Laura Bozzo, con los cómicos ambulantes y con Talk Shows. En todas las calles se bailaba “el ritmo del chino” y, después de una campaña espeluznantemente cochina, quedó Alejandro Toledo como afrecho y bagazo de la oposición. Para qué, hay que reconocer que al principio el cholo supo cómo hacerle frente al chino. Se rodeó de buenos asesores y buenos financistas y nos sacó a todos a las calles a gritar “Chino, escucha, el pueblo está en la lucha” –qué buenos tiempos caray–. Y bueno, hay que reconocer también que la elección fue ganada con fraude.

2001.- El Profesor Valentín Paniagua tomó la papa caliente y “agigantándose” puso todo en su sitio. No le tembló la mano para tener un gabinete de lujo con el Señor Pérez de Cuellar como premier y tampoco para poner en su sitio a ciertos personajillos lacayos del anterior régimen. No dudó en empezar a perseguir –en el buen sentido de la palabra– a todos los implicados en actos dañinos para el país y llamó a elecciones. Y como un fantasma del pasado hizo su aparición –tan, tan, tan, tan–: Alan García Pérez. ¿A quién se le puede ocurrir aparecer de nuevo después de haberla cagado tanto? A Alan. Fue como si un día estás sentado en tu oficina, después de un largo bregar por reflotar tu empresa y se aparezca a pedirte trabajo el mismo gerente que te llevó a la ruina anteriormente, y para colmo, nuevamente como gerente. Pues bien, aunque no lo creas, el pueblo peruano –siempre obtuso y zopenco– lo llevó a segunda vuelta para pelear la presidencia nuevamente con Alejandro Toledo. Ganó Toledo, pero Alan no se quedó tranquilo.

2006.-Ya era evidente que no nos podíamos dar el lujo de seguir tentando un modelo tras otro. Había que madurar como país y ponerse serios. La economía debía seguir avanzando a un ritmo constante y ecuánime sin que el régimen de turno haga experimentos con ella. Bueno al menos eso pensábamos algunos. Lamentablemente no todos. ¿Qué pasó? Nuestro querido pueblo, nuestra querida gente, nuestra apreciada sociedad, no tuvo mejor idea que jugar a la ruleta rusa y –una vez más de manera obtusa y zopenca– mandó a la segunda vuelta a Alan García Pérez (sí, el mismo que casi nos desaparece como país) y a Ollanta Humala, un candidato de la izquierda cavernaria, la misma que hacía más de 30 años la cagó con sus estúpidos gobiernos. ¡Qué carajos! Sí, amigo lector, en esas condiciones nos pusimos. Y ya pues, luego de una ardua labor de información, votamos por el mal menor. Tal parece que todos dijimos: “Bueno, prefiero una cagada de gobierno en materia económica, que una dictadura títere de Hugo Chávez”. Así, después de habernos traumado con su primer gobierno, elegimos como primer mandatario nuevamente a Alan García… pero… ¿será cierto que el Perú ha enmendado su obtusidad y zopenquería? No. No es cierto.

Si es que eres uno de aquellos que cree que sí, pues qué pena, estas equivocadísimo muchachón. Nadie puede estar seguro de nada en este país. Por favor comprendámoslo de una buena vez: el Perú es un país que nunca cambia. Señor Vargas Llosa: nosotros los peruanos –usted lo debe saber porque es peruano también– nunca aprendemos, nunca enmendamos errores. ¿No nos basta comprobarlo sólo con los pocos datos que hemos consignado? Si quieres puedes abrir un día tus libros, los periódicos antiguos e incluso Wikipedia y profundizar en la investigación, y te darás cuenta de que lo que digo es cierto. El patetismo es nuestra religión. Lo seguimos como un perro en celo.

Pero vamos, este no es un artículo realizado con el fin brindar verdades sin anestesia o de indignaciones tardías. Como buen peruano que soy, en realidad lo hago para dar a conocer mi postura con respecto a la segunda vuelta electoral de las elecciones del año 2011, la misma que será –qué duda cabe– entre los dos peores candidatos de la contienda, es decir Keiko Fujimori, hija del condenado ex dictador Alberto Fujimori, líder natural del ¿partido? Fujimorista y actual congresista (el ser congresista es la peor presentación que puede tener); y Ollanta Humala, ex militar, hijo de un viejo racista, hermano de un desequilibrado mental… qué más… esposo de Nadine Heredia… y nada más.

Veamos: si tomamos como algo ineludible y como algo predestinado por nuestra propia naturaleza peruana el hecho de que en el año 2011 nos encontraremos en la disyuntiva de tener que elegir a nuestro próximo presidente, en una segunda vuelta, de entre las personas de Ollanta Humala y Keiko Fujimori, quiero permitirme revelar desde ya mi futuro voto en ese magno evento. Y es que no solo “los peruanos” serán los responsables de tamaño acontecimiento, yo también lo seré (soy peruano al fin y al cabo) y es por eso que yo ya decidí por cuál de estos dos personajes votaré y quiero contárselo a ustedes para persuadirles de que se unan a mí y también voten por mi candidato preferido.

¡Se siente, se siente! ¡Keiko presidente!

Así es, la candidata por quien votaré en la segunda vuelta de las próximas elecciones es la hija del ex presidente Alberto Fujimori, es decir, votaré por el mal menor. Y en realidad tengo razones muy simples para ello:

1. Es una profesional de alto nivel: ¿Quién puede superar cerca de 10 años de estudio en una de las mejores universidades de Estados Unidos? No muchos. Mucho menos Ollanta Humala, quien es… bueno, un ex militar y un izquierdista –y ya tenemos bastante experiencia con los militares y los izquierdistas y sabemos que ambos juntos son una mezcla fatal–, y supongo que será muy agradecida por el favorcito que le hicimos al pagar toda su educación, lo que hará que sea una buena presidenta. Qué, ¿no sabía usted que esa educación la tuvo con nuestro dinero?

2. No ha matado a nadie: Hasta donde sabemos, Keiko no ha sido acusada de asesinato o desaparición forzosa (su padre sí), a diferencia de Humala quien tiene a cuestas varias denuncias por homicidio, delitos que cometió supuestamente durante los 90’s en la base militar que comandaba. Digo “supongo” porque eso aún no ha sido probado en un tribunal, pero cuando el río suena…

3. no es financiada (o mantenida) por otro gobierno: Claro que no, pues quienes la mantenemos somos nosotros mismos al darle un sueldo como congresista –ojo, la más votada de las últimas elecciones–, por lo tanto no le deberá favores a ningún jefe de gobierno extranjero una vez entrada a la casa de gobierno. Creo que esta es una de las razones más importantes para votar por ella y no por Humala en la segunda vuelta de las elecciones del año 2011, ya que no correremos el peligro de ser engullidos por Hugo Chávez y su cuadrilla de megalómanos. ¿Qué no crees que Humala es financiado por Chávez? Ja, ja, ja.

4. Por más que tenga la familia que tenga. Por más que sea quien sea, no es racista –o por lo menos no lo demuestra tan fehacientemente en su discurso político–. Y es que una cosa es tener un entorno familiar despreciablemente corrupto y ladrón, y a la vez tener un hermano al que le gusta hacer cositas con su perro, y otra cosa es tener un entorno familiar racista, autoritario y con una mazamorra ideológica cercana al fascismo como lo tiene Ollanta Humala, ¡oiga usted!

5. (Favor de llenar este espacio con alguna razón más para votar por Keiko y no por Ollanta)

6. No tiene un plan de gobierno tan irracional: En realidad aún no tiene uno. Pero hablar de controlismo, estatizaciones, nacionalizaciones, rechazo a los TLC’s, acercamiento con Venezuela y Cuba, ideologización izquierdista, como que suena un poco estúpido ¿no?… Bah, para qué seguir: ¡Keiko presidente!

7. No es militarista: A diferencia de su rival en la futura segunda vuelta electoral del año 2011, Keiko no tiene un pensamiento ni un discurso tan militarizado que blande como una espada, la amenaza de volver a los tiempos en los que nos gobernaban con una combinación mortal de: persecución-corrupción-ineptitud-conchudez… Un momento, me parece que ya pasamos esto con su padre. Pero bueno, ante una segunda vuelta electoral entre ambos, Keiko me parece mejor que Humala.

8. Es del pueblo: La heredera del fujimorismo tiene un discurso bien de ama de casa joven, profesional y superada. Si a eso le sumamos el discurso tradicional fujimorista de: “honradez, tecnología y trabajo”, la constante repetición del dogma: “fujimori es el mejor presidente del Perú porque derrotó al terrorismo”, más los buses que mensualmente llegan a los pueblos jóvenes a llenarse de madres de familia para llevarlas a los distintos mítines anaranjados a cambio de quién sabe qué, tendremos como resultado una base popular bien fuerte. Humala en cambio, se la pasó casi toda su corta carrera política prodigándose una figura de pueblo, de Túpac Amaru moderno, de izquierdista de clase, y acaparando votos de los sectores sociales más pobres y radicales; cuando en realidad su verdadera condición no es otra que la de ser un hombre de clase media alta que gusta de los buenos relojes, los buenos restaurantes y los buenos habanos en las tantas ceremonias y reuniones con personajes importantes a los que lo invitan.

9. Es buena gente: Ya que desde los 19 años, Keiko aprendió a tener la capacidad de desprender un aura de inocencia, como una gordita tonta que gusta. No obstante, claro está, que en su programa político –hasta el momento– sólo se pueda leer: “amnistía para Alberto Fujimori”, además de siempre decirle a los empresarios que es partidaria de los TLC.

10. Es el mal menor: Vamos, vamos, seamos sinceros: Ollanta Humala es el candidato de Hugo Chávez y lo que menos queremos como peruanos es perder nuestra posición estratégica en la región. El manejo de la economía que en la actualidad hacen nuestros dirigentes no es de lo mejor, pero funciona mucho mejor que las cagadas que hemos vivido décadas atrás, por lo tanto no necesitamos que un títere izquierdista –y de los malos– la venga a cagar nuevamente con un programa trasnochado y a todas luces ineficiente. Keiko será –aparentemente– distinta a Humala en el manejo de la economía, ergo: ¡Keiko presidente!

Es por estas pocas consideraciones que mi voto será para Keiko Fujimori en la segunda vuelta electoral del año 2011. Porque así solamente puede ser. Porque a eso estamos acostumbrados los peruanos: a siempre optar por el camino irracional. Me resigno a ello y lo acepto como buen peruano que soy (salvo que algún día de buena suerte, la educación recibida en este país sea mucho mejor y nos ayude a ser más críticos y menos crédulos, románticos o estúpidamente obtusos y zopencos y por lo tanto dejemos de elegir a tanto impresentable como autoridad).

Y como ya decidí que así será, no le permito al señor Vargas Llosa ni a nadie, que compare a mi candidata con el sida o el cáncer… “¡Se siente, se siente, Keiko Presidente!”